Inventémosle un título a este cuento llamado temporalmente “Warpaint”

Cuento en construcción

Este cuento fue escrito por Benjamín Rodríguez y ha sido inspirado en dos trabajos discográficos del grupo experimental de Los Angeles (EE.UU.) llamado “Warpaint”. El cuento de Rodríguez es una especie de recorrido musical a través de los trabajos de “Warpaint”, pero en forma de cuento. La idea es inventarle un título a esta historia, que se divide en dos partes, cada una dedicada a un album diferente. En este enlace podrás encontrar el texto original de Rodríguez en su blog, escrito para Cuento Colectivo, y además enlaces donde podrás escuchar o descargar la obra del grupo musical en cuestión.

Cubierta del album de Warpaint llamado Exquisite Corpse

Parte I: El Cadáver Exquisito

Conecto el cable, paso las carpetas, expulso el dispositivo, desconecto el cable, cierro el portátil, conecto los audífonos y salgo del trabajo. Pronto, quise ensayar el nuevo banquete de sonidos descargados, así que llevé los audífonos in-ear a mis oidos y muté el sonido exterior. Una leve presión en la parte superior del reproductor bastó para iniciar una batalla de estrellas, mientras mis pies elevaron la carga de mi cuerpo por encima de los tejados antiguos de Cartagena de Indias.

Me tomó por sorpresa el viaje. Pensé que iba a ser más ligero, porque a pesar de estar volando sólo con el peso de mi cuerpo, éste sentía una carga exagerada, como si llevara una tonelada de elefantes encima de mi espalda. Pero fue por poco tiempo, gracias a que pude elevarme lo suficiente como para tomar un sorbo de Jazz  junto a Billie Holliday, el cual logró diluir toda la pesadez del viaje anterior.

Me preparé para regresar de nuevo a tierra, así que me precipité sobre la ciudad antigua. En la caída libre, me acompañaron todos los insectos que había dejado en el subconsciente algún tiempo atrás, acelerando el descenso un par de metros por segundo. Por suerte, caí en un mar enrojecido y me sumergí en las profundidades del líquido espeso. Llegué tan profundo que de no ser por el silencio austero del cambio, por poco termino ahogado en alguna calle sin salida.

Parte II: El Bobo

Recuperé la consciencia en la calle Vélez Danies, cerca a la Gobernación. El ambiente poco a poco se oscurecía por una tropa de lanceros celeste que avisaba su llegada, haciendo tronar las armas de Zeus. Mis dedos adormecidos entraron en razón y dieron paso a otra descarga sonora con un nuevo toque mágico en la parte superior del reproductor. Con los brazos abajo, seguí mi recorrido bajando por la serpenteada y turbulenta calle del Candilejo. Sentí la sensación de ser seguido por alguien. Viré y me percaté de que mi acosador era una inmensa guerra de gotas multicolores que se desprendían del cielo.

Corrí para refugiarme, pero pronto fui alcanzado por los proyectiles cromáticos en menos de tres pasos. Caí de frente en la sucia calle y al levantarme, no identificaba las siluetas de las casas debido a que la tormenta arcoiris había coloreado todo el entorno de una misma combinación ecléctica de colores. Tanta homogeneidad logró que mi cabeza se incorporara en una resaca que me derrumbó de nuevo sobre el pavimento. Por primera vez disfruté una resaca mientras los vestigios de las gotas azuladas, rojizas y verdes me terminaban de hundir en el piso.

Una brisa exquisita, de esas que se sienten luego de una larga lluvia tropical, me despertó mientras volaba, esta vez gracias a un grupo de abejas melosas que me sacaron del centro de la ciudad y me llevaron al árido ambiente silvestre que bordea a la ciudad. En medio de la travesía, el sol reapareció pintado de púrpura en el horizonte y las abejas, sorprendidas del color, se dispersaron asustadas, soltándome en medio de la jungla espesa. Caí y vi una sombra. No… dos. ¡Tres! Corriendo a distintos lugares, escondiéndose y murmurando palabras. Analicé la situación y esperé a que desaparecieran. ¿Cómo puedo mantener mi compostura? Doy la espalda y me ponen su mano en mi hombro. Doy la espalda otra vez y nuevamente sucede. Clit-cut, clit-cut, clit-cut…

Por fin las ánimas enmudecieron a merced de virtudes desconocidas. El sol se escondió y, en medio del oscuro vacío, apareciste con tu luz propia. Me acerqué por detrás. Te besé la espalda desnuda y te abracé fuerte junto a mi. Solos los dos, en la oscuridad. Mis caricias sobre tu barriga y tu boca sobre mis oídos. Me cantaste por última vez, un canto de musas digno de la nobleza más afortunada. Me aferré a tu cuerpo como nunca antes, cerré los ojos y esperé que las abejas regresaran para irnos juntos de nuevo a la ciudad. Un murmullo de tu corazón empezó a hacerse cada vez más fuerte, mientras más me aferraba a ti y, depronto…

Un silencio fue suficiente para darme cuenta que había regresado a tomar mi transporte para regresar a casa. No contento con la separación, decidí volver a intentarlo.

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