Cuento final
Este cuento es un conglomerado de los aportes de varios de nuestros usuarios y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Los participantes fueron Milton Hamilton, Gloria Susana y Paul T.
A Samuel le encantaban los chistes. Desde que estaba en primaria y a través de todos sus años en la escuela, siempre fue conocido como el payaso del curso. Él era de esas personas que incluso sin intentarlo, hacían reír a las personas. Su gran proyecto de vida era convertirse en profesional del stand up comedy.
En una ocasión, Samuel consiguió el permiso para presentarse en uno de los bares en el centro de la ciudad. Era su gran noche, la noche en la cual podía mostrar su talento en frente de muchos desconocidos y tal vez comenzar una carrera. Irónicamente, Samuel o “Samy Sazón” su nombre artístico, tuvo un bloqueo mental en plena presentación. Se tuvo que bajar de la tarima en medio de abucheos e insultos. Al parecer, toda esa magia cómica sólo fluía en su escuela, Samuel sufría de pánico escénico.
No obstante, él no era de los que tiraba la toalla tan rápido. Después de mes y medio de practicar su presentación una y otra vez frente a sus amigos, repasar qué era lo que le había sucedido ese día, por qué había experimentado ese bloqueo, hacer ejercicios de respiración y practicar técnicas de alivio de estrés, Samuel estaba listo, o por lo menos eso pensaba. Había logrado filtrarse en la maratón de las risas en otro bar de los del centro llamado “El bar de Garrik”, conocido por ser el del público más duro de la ciudad, en cuanto a presentaciones en vivo.
Por fin era la hora de la verdad, su segunda y quizás última oportunidad en el negocio. Samuel esperaba su turno con mucha emoción. Entonces escuchó: “Y ahora el turno es para un muchacho local, se hace llamar Samy Sazón y está apenas comenzando en esto de la comedia así que desde ya les advertimos que toda comida que quede en la tarima no será devuelta (risas del público). Un fuerte aplauso para Samyyyy Sazón” dijo el presentador del show quien enseguida fue detrás de bambalinas y le dijo a Samuel “es tu turno muchacho”.
Apenas Samuel se paró en frente de ese micrófono una luz blanca se encendió obligándolo a cerrar sus ojos un poco. Se quedó sin hablar como por cuatro segundos que parecieron una eternidad y después tragó en seco. Alguien en el público lanzó un silbido durísimo en protesta, Samuel estaba a punto de salir corriendo, sin embargo, respiró profundo un par de veces e inició su monólogo.
“Una maestra pregunta a los chicos sobre los trabajos que realizan sus padres para ganarse la vida: “A ver Pedro: ¿A qué se dedica tu madre?”, “¡Es doctora, señorita!”. “¡Bravo! ¡Toda una profesional! ¡Eso indica que las mujeres han ganado un lugar en la sociedad! ¿Y tu papá, Sandrita ?”, “¡Él es mensajero, señorita!” “¡Mensajero!, es de verdad admirable. ¡Los mensajeros son muy necesarios!… ¿y tu papá, Juanito?”. “¡Mi viejo toca el piano en un prostíbulo, señorita!” “Aaahhh, ya veo”, dice la maestra avergonzada y cambia de tema enseguida: “Bueno, vamos a ver cuánto estudiaron de matemáticas , saquen una hoja…”
Más tarde, finalizada la clase, la maestra va a pedir explicaciones al padre de Juanito, quien la atiende muy cordialmente: “Mire, yo no vengo a meterme en su vida privada, pero Juanito anda diciendo que usted toca el piano en un prostíbulo”. “¡Claro! ¿Y cómo diablos quiere que le explique a mi hijo de siete años que soy abogado?”
(Risas del público)
En un pueblito lejano vivía un joven llamado Onedollar que su máxima aspiración era aprender inglés pero sus recursos económicos se lo impedían. Un día, sin embargo, se decidió y le dijo a su padre que él iba a estudiar inglés con un método que consistía en subirse a la montaña más alta con una pequeña radio, para así alcanzar las ondas radiales de otros países y escuchando la pronunciación y modismos de los angloparlantes aprenderlo.
La noticia se propagó por todo el mundo y el apoyo fue incondicional durante el mes que Onedollar estuvo en la alta cordillera, hasta que un día, gente de la CNN dio con la ubicación exacta del joven, dándose la siguiente conversación:
“Hello, Mr. Onedollar! How´re you doing?”… a lo que él responde: “Gggggzzzzrrrrr Tiiiiiiiiiii Ggggzzzzrr”.
(Risas)
Este era un concurso de latigazos y había muchos participantes. Las reglas: El que grita pierde. Se da inicio al concurso, se presentan muchos muy fuertes y fornidos, muchos llegan a los 20, otros pocos a los 30, antes de gritar “ya, ya, ya, por favor”. Entre todos sale un joven muy delgado y débil que se decide a concursar, lo amarran y empiezan uno, dos, y así llegan a los 20 latigazos, y la gente se emociona, llegan a los 30 y la gente empieza a contar 31, 32, 33, mientras el joven con lágrimas en los ojos resiste y la multitud lo ovaciona: “Que gane el mudo, el mudo, el mudo, el mudo”… “Ese es, ese es, ese es… el mudo, el mudo, el mudo…”
(Risas)
Después de veinte años de servicio en la compañía, el señor Ramírez se animó a solicitar un aumento de sueldo. Por consejo de su amigo, que era sindicalista, escribe la solicitud en los siguientes términos: “Me es imposible continuar trabajando con ustedes con este salario…”. Dos días después lo llaman a la oficina del gerente general y éste, en persona, le informa: “Señor Ramírez, tengo muy buenas noticias para usted”. “Sí, señor”, alcanza a balbucir Ramírez emocionado.
“Después de presentar su carta al consejo directivo y de enfatizar que le es imposible continuar trabajando con nosotros con su sueldo actual, los miembros del consejo mostraron su acuerdo unánime en vista de sus veinte años de servicio leal a la compañía y de que todo esto va más allá de lo que es tan sólo puro dinero y, a pesar de los problemas por los que atravesamos en el momento actual derivados de la recesión de la economía estadounidense, creemos que unos cuantos pesos no nos hundirán el barco y…”
Se calla el gerente para tomar un sorbo de agua y Ramírez pregunta: “¿Acordaron incrementarme el sueldo?”. “No, señor, acordamos darle una gran fiesta de despedida en el hotel Plaza Real, con mariachis y toda la cosa”.
(Carcajadas del público)
Un mango se desprendió del árbol que lo sostenía. Todos los mangos que estaban en el árbol se empezaron a reír del fruto que cayó al suelo. Éste se sacudió y miró hacia arriba y les gritó a sus compañeros: “¡Inmaduros!”
(Risas)
Al jefe de una oficina le comunican que la mujer de uno de sus empleados se ha muerto en un accidente. El jefe no sabe como decírselo y se lo comenta al secretario, y éste le dice: “Déjamelo a mí, que que yo soy bueno contando malas noticias”. El secretario va donde el empleado y le dice: “Lo siento Jorge, pero se ha muerto toda tu familia en un accidente”. Jorge se queda pálido, y le dice el secretario: “¡Que no hombre! ¡Qué sólo se ha muerto tu mujer!”.
(Carcajadas de la audiencia)
Una prostituta va donde el médico porque se sentía muy mal. “Mire doctor, me duele la cabeza, el pecho, las nalgas, tengo fiebre…”. “Bueno, bueno, respóndame una pregunta: “¿En periodo de regla usted tiene mucha pérdida?” pregunta el doctor. “Doctor puede que sea eso, porque la verdad es que las perdidas son de 200 a 300 dólares.”
Muchas gracias a todos… han sido la mejor de las audiencias. Hasta la póxima” dijo Samy y se retiró del escenario en medio de aplausos y sonrisas.