Cuento en construcción
Esta historia fue un aporte hecho por Gaby C en este ejercicio cuyo objetivo era inventar una narración a partir de una imagen. Sólo le falta un final. ¡Participa!
La mano derecha de Nadia empezó a temblar. Entonces, supo que en menos de cinco minutos sería víctima de un nuevo ataque. Lo sabía, pero no podía evitarlo. Se levantó de la silla donde había estado sentada por largo rato e intentó salir lo más rápido posible de su casa. Si no salía pronto, su ataque le haría pasar un mal rato, de nuevo.
Empezó a buscar las llaves de su carro, pero no lograba recordar a dónde las había dejado luego de haber hecho las compras en el súper. Su diestra seguía temblando sin parar. Pensó que lo mejor era salir corriendo. ¿Qué importaba el carro, si igual no podría manejarlo con una de sus manos temblando sin parar? Sin embargo, antes de cerrar la puerta a sus espaldas lo recordó. ¡La cocina! Las llaves estaban en la cocina.
Nadia supo que era un riesgo ir a ese cuarto en el que siempre terminaban sus ataques. Pero, esta vez, creyó que era capaz de controlarse. Sujetó su mano derecha con la ayuda de la izquierda, y empezó a caminar hacia la cocina. Su mano empezó a dejar de temblar, poco a poco.
Cuando por fin llegó a la puerta del cuarto, su mano había dejado de ejercer aquel movimiento que tanto le molestaba. Echó un vistazo rápido y recordó a dónde estaban las llaves. Se acercó a la mesa principal y las tomó. Dio media vuelta, disponiéndose a salir de inmediato, cuando sintió aquel olor que la paralizó por completo.
Justo en el centro de la mesa estaba un pastel de chocolate, adornado con pequeñísimos dulces de colores. Su mano empezó a temblar de nuevo. Intentó concentrarse en salir de allí, pero el olor era delicioso. Entonces, dejó caer las llaves y se abalanzó sobre la mesa, para luego darle una enorme mordida a aquella delicia de chocolate. Mordió y tragó sin parar, hasta que escuchó a sus espaldas cómo se abría la puerta principal de la casa.
Se apresuró a bajarse de la mesa, pero ya era demasiado tarde. Su madre estaba en la cocina, viéndola perpleja como otras veces. Nadia, sin su mano temblándole y con sus labios llenos de pequeños dulces, se quedó inmóvil junto a la mesa…
4 respuestas
No sabia que hacer ni mucho menos como mirar a su madre a los ojos. Se sentía totalmente culpable y mucho peor se sentía sucia. No sabia que hacer, no sabia donde meterse, no sabia que decir estaba llena de culpa por todos lados. Su rostro, sus manos y sus labios que con su madre de frente, hacia que la intensidad del momento aumentara su placer de culpabilidad y satisfacción.
Un momento único, un éxtasis inexplicable, placer y satisfacción a su máximo esplendor. Momento tan honorables de sentir pero al mismo tiempo tan incomodo de disfrutar sabiendo que no le pertenece, difícil de creer la explosión de sentimientos que llevaba por dentro. Culpa, placer, castigo y satisfacción todo unido en un mismo acto. Luego una pequeña reflexión le concluye diciendo: PURA VIDA.
Este sentimiento, le recuerda todo lo bueno que tiene la vida. Recuerda su cumpleaños, el de sus amigos, las navidades, sus vacaciones todo. Momento en lo que lo negativo no existe. Es como un aire que recorre su ser hasta llegar al cerebro transformando todo lo negativo en explosiones positivas cargadas de alegría, optimismo y felicidad. Si, muchísima felicidad. Momento en el cual, se delata ante su madre. La imagen corporal de Nadia comenzaba a reflejar una alegría interna causándole una leve sonrisa, un brillo en sus ojos y por ultimo tenia los pelos de punta, erizada muy erizada.
A partir de ahí, sabia lo que se le esperaba. Pero ya nada tenia significado, la felicidad y los placeres eran tan grandes que se sentía realizada. Nada en el mundo podría cambiar su grado de satisfacción.
Nadia ya sabia como iba a reaccionar su madre y sucedió tal cual. Le gritaron, le castigaron, como si hubiera roto los 7 mandamientos en un solo acto. Cualquiera que estuviera escuchando esa escena se hubiera imaginado lo peor.
Pero los sentimientos de Nadia de culpa y placer le brindaban tanta satisfacción, que no pudo salirse de tan maravilloso momento. Y así erizada y llena de alegría por dentro, llego a su cuarto y se acostó en su cama.
No se arrepintió de nada de lo ocurrido, a lo contrario lo disfruto cada segundo y cada bocado. Cerro los ojos y recordó ese momento, lo erizada que estaba. La llevo luego a pensar de esa primera noche que paso con su novio. Ya no había de quien esconder su felicidad, sonrió, abrazo su almohada y recordó su reflexión: PURA VIDA.