Cuento en construcción
Para esta historia el billete de cinco dólares es esencial. La idea es contar una breve historia de lo que le ocurre a la persona que recibe el billete y terminar la historia cuando la persona entrega el billete a alguien más, para así continuar sucesivamente. Desde Cuento Colectivo empezaremos contando la historia de los primeros dos que reciben el billete.
Mientras Pablo iba en su Jeep camino a la playa, escuchando a Bob Marley, con sus gafas de sol puestas, hablaba con su novia por el celular: “Así es bebé, me voy a encontrar con Daniel y todo el grupo en Playa Brava que el reporte de hoy pronosticó olas masivas. Listo nena, después te llamo”. Cuando colgó, notó a unos metros un aviso que decía “Coco frío”, enseguida se detuvo. “Oye amigo, dame un coco por favor”, el señor del puesto de cocos con un machete cortó la parte superior del coco e insertó un pitillo. Pablo bebió del líquido en menos de un minuto y al terminarlo hizo un sonido de placer. “Gracias amigo”, dijo Pablo al entregarle un billete de cinco dólares al señor “Quédate con el vuelto”.
“Hoy debe ser mi día de suerte”, pensó Eliecer, el señor vendedor de cocos, mientras veía a aquel noble individuo partir en su Jeep “con esto se hubiera podido comprar cuatro cocos más”. Eliecer permaneció sentado en su puesto que quedaba justo a un lado de la carretera. Pasaron varias horas y Eliecer veía a los vehículos pasar, uno tras otro, pero ninguno se detenía. Cuando ya eran casi las 5 p.m., una camioneta se detuvo.
Era un hombre de mas o menos cuarenta años que regresaba de la playa, junto con dos acompañantes mucho más jóvenes que él. “Deme dos cocos ” dijo el señor. “Ay papi yo también quiero”, dijo la jóven que iba en la parte de atrás de la camioneta. “Ya oíste, otro más… y apúrate viejo inútil que no tengo todo el día”. Eliecer se apresuró y le entregó los cocos al señor, quien le dió un billete de diez dólares. Eliecer le regresó el billete de cinco y dos dólares más de cambio…
4 respuestas
-Ya era hora- dijo el tipo y arrebató el último billete de la mano de Eliecer.
Cerró de portazo y arrancó.
Iba refunfuñando porque ya sele había hecho tarde para la cena que tenía pactada con su familia por el aniversario de sus padres.
Mal suerte. A dos kilómetros del puesto de cocos la camioneta empezó a hacer un ruido nada usual y de repente tronó.
El humo era espeso y según sus escasos conocimientos de mecánica el problema estaba en el radiador.
Mala suerte de nuevo. Desperdició mucho tiempo antes de admitir que necesitaba la ayuda de un mecánico, que por cierto le cobró muy caro, pero se debió a que, además del daño inicial, el intento de este hombre por “reparar” su camioneta terminó empeorando el asunto.
-20 y 20, 40, y 50 son 90 y dos de 5 , 100 dólares amigo, y espero que por ese dinero haya quedado como nueva.
-Pues es eso, o quedarse en el camino amigo- dijo el mecánico devolviéndole la “cortesía”
Tras escupir en el suelo y ajustarse la gorra, el mecánico volvió a contar el dinero. Guardó casi todos los billetes en su billetera, pero puso los de cinco en el bolsillo. -Este imbécil por lo menos sabía contar, pensó tras recordar cómo había intentado reparar la camioneta por su cuenta. Una vez en su cabina, no supo si leer alguna revista o encender la tele. Se decidió por lo segundo. Estaba a punto de dormirse cuando unos golpes en la puerta lo sobresaltaron. Al principio creyó que estaba dormido, se mantuvo en silencio por un rato. Se restregó los ojos varias veces, antes de darse cuenta de que no estaba frente a un ángel, sino ante una hermosa y delicada monja, quien sonreía como si estuviera feliz de estar ahí.
-Buenas tardes señor….- empezó a decir, pero el mecánico se adelantó. Había visto la cajita que llevaba, sacó uno de los billetes de cinco dólares y lo puso ahí.
-Encantado de contribuir a su causa… cualquiera que sea-.
Si, Hermosa y delicada pero ingenua la monjita, caminando con una caja de limosnas, en el sector más peligroso de la ciudad. Caía la noche y nuestra cándida novicia se convertía en presa fácil de la escoria que habitaba las oscuras calles de ciudad X. Era algo obvio, que se sabía, ya estaba cantado, solo era cuestión de cuadras para que a la hermana la despojaran de sus limosnas, ni dios la podría salvar de lo inevitable, aquí no había rezo que valiera, ya que El no habitaba en este sector de la ciudad, aquí reinaba el mal y ningún representante de Dios era bienvenido. Parecía casi un milagro que aquel farol de luz sobreviviera tanto entre las tinieblas.
Acababa de salir Juanito Alimaña de un edificio de esquina que servía como prostíbulo, cantina y residencia, este adornado con luces de neón rosada tenia de nombre Sodoma. El rufián Alimaña se disponía salir a trabajar, elegante y perfumado como siempre. De repente siente que le tocan el hombro, cuando voltea era la hermosa, delicada y angelical monja que con una sonrisa celestial le muestre la caja a Juanito y le pide la respectiva limosna, este sonríe, a medias, con picardía y malicia, y le dice a Omaira –una prostituta- que esta parada en la puerta de Sodoma, “si viste Omaira que dios si existe”. Juanito Alimaña saca el puñal de su gabán y ayudándose con este le aparta los dedos a la monja de la caja, la abre, se queda con el dinero, le da cinco 5 dólares a Omaira y mira a la monja y le dice “Bendiciones hermana, vaya con dios”.
Muertos de la risa, Juanito y Omaira entraron a una de las habitaciones. “Monja pendeja. Caminando a estas horas por mi zona. Te tengo una sorpresa Omairita” dijo Juanito. A Omaira enseguida le brillaron los ojos porque supuso de qué se trataba. Juanito sacó de su billetera una pequeña bolsa con 2 gramos de cocaína. Tras moler la roca de coca Juanito echó el polvo blanco en un espejo y con la tarjeta de puntos del supermercado hizo cuatro líneas. Juanito mira a Omaira, quien ya tenía el billete de cinco dólares que Juanito le había entregado en forma de pitillo para aspirar la droga. “Las damas primero” dijo Juanito. Omaira aspiró por su fosa derecha una línea, y con la izquierda otra más. Juanito hizo lo mismo. A los tres minutos Omaira le realizó el sexo oral a Juanito, quien después tomó su camino. Omaira se quedó con el billete de cinco dólares.