Cuento final
Cuento realizado entre El Dr. No, Andres Guillen F, Pau Loca, Freya Seim Myfbuuren, Héctor Romero, Susana Chiappetti, Jairo Echeverri García, Sergio Jiménez, Jara, Enrique Castiblanco y la edición de Cuento Colectivo.¿Te gustó el resultado?
Ese día Norbert tenía más sed de sangre que nunca, necesitaba alimentarse. Un asomo a las banquetas era suficiente para incitar al ataque, invitar al apetito. Una morena, un niño con mejillas grades. Esperando el momento de la hidratación definitiva, se bebió un Red Bull. El líquido frío le remojó los colmillos y le brindó un fugaz placer. No obstante, eso sólo aumentó la necesidad de la bebida vital.
Norbert, en el fondo, no quería ser vampiro, pero el instinto podía más que el querer ser normal en un mundo de mortales. Sin embargo, él era casi como cualquier otra persona: televisión por cable, jeans entubados y un cigarrillo después del sexo. Casi como cualquier persona, con la excepción de que Norbert a veces sentía la necesidad de darse un exquisito banquete humano. Después de beber de la lata, pudo ver a una mujer con largas piernas, un tanto extraña, caminar en la acera de enfrente. Era su oportunidad, en ese momento el parque estaba relativamente solo. La haló hacía unos arbustos y mordió su cuello.
Depronto se escuchó un grito a lo lejos. Alguien había visto el momento. A Norbert le tocó salir corriendo y esconderse, ya le había rasgado el alma a aquella desdichada mujer, dejándola tendida en el suelo sin signos vitales. Norbert entró en la peluquería de la esquina, sonrió de forma amable a las señoras con ruleros y ocupó un sillón.
“Estilo «mohawk»” dijo, refiriéndose al corte de cabello que deseaba. Poco a poco, un grupo de hombres furiosos se conglomeraba a las afueras de la peluquería. Norbert, tranquilo, miraba caricaturas en el periódico y soltaba carcajadas fuertes en la sección de “Drácula”, mientras la señorita de la peluquería le hacía el corte. Al terminar, la señorita le pasó un espejo manual a Norbert. Norbert, más que todo por molestar a la señora, se puso el espejo frente a la cara, y en el reflejo no vio su cara, si no a la señorita de la peluquería desplomarse tras él.
Encendió un cigarrillo, se levantó, ajustó el último botón de su camisa y se arregló el saco mientras caminaba hacia la puerta. Al salir, aspiró por última vez el cigarrillo, lo lanzó al suelo de una forma que hizo que la parte del cigarrillo encendida se separara de su filtro en el aire y preguntó: “¿Me buscaban?”. Entre seis intentaron atacarlo, pero en menos de tres segundos estaban los seis en el suelo con huesos rotos por todas partes del cuerpo.
Al ver esto, nadie más quiso interceder. Norbert se fue caminando y entró por un callejón. Ese era el efecto que la sangre tenía en él. Lo hacía inmortal, poderoso, invencible. Sin embargo, cuando el efecto de éxtasis cesaba, era que tenía que lidiar con la culpa de haber dañado la vida de tantos… era un círculo vicioso y tarde o temprano tendría que decidir entre llevar una vida de vampiro, o acabar todo de una vez.
Ya solo, dirigió sus pasos hacia su casa, una casa solitaria a las afueras de la ciudad en la que había ido acumulando recuerdos de tantos años. Dejó sus zapatos en la puerta, como acostumbraba hacer, y llenó una copa de licor de almendras en el mueble bar. Se sentó a beber de forma lenta, todavía con un ligero sabor a sangre en su boca, y trató de no pensar.
No pensar en la mujer morena, ni en el niño de mejillas sonrosadas, el hombre de pelo oscuro o la joven de los labios rojos como amapolas. Intentó alejar esos pensamientos pero, como siempre ocurría tras ceder a sus instintos, el rostro asustado de algunas de sus víctimas pasó por su mente: “Mírame, no olvides que tú me quitaste la vida”.
De pronto, los primos de Norbert irrumpieron en su guarida. Llegaron riéndose y contando sus anécdotas. “Te lo juro Duggu, estaba buenísima esa mona, la mejor que ha probado en mi vida” dijo Damián. “Siempre has sido de paladar basto Damián, es claro que la mejor sangre de todas es aquella que está fresquita, la de los recién nacidos”. Entonces se toparon con Norbert, quien tomaba su licor en la oscuridad.
“Que tal primito. ¿Nuevo look? Si vieras el banquete de RH que nos acabamos de dar Duggu y yo… de locos primo, de locos”. “Me alegro por ustedes” dijo Norbert con vos cabizbaja. “¿Qué pasa primo, de nuevo tu culpa de sangre?” preguntó Damián en tono de broma. El comentario desató carcajadas de burla por parte de los primos de Norbert. Después Duggu abrazó a Norbert de medio lado y se lo llevó caminando aparte.
“¿Que te he dicho Norbertico? Lo que estás sintiendo es poco frecuente, sobre todo en nuestra familia, sin embargo, sí se han visto algunos casos. Pero no te dejes confundir. No luches contra tu naturaleza… acéptala… y por amor de Nosferatu, disfrútala. Esta noche Damián y yo le haremos visita a un orfanato al que le tengo el ojo puesto hace rato… será como perder la virginidad primo, como tu primera vez. Es esta noche en la Calle del Jardín. No faltes”.
Duggu era el jefe del clan, la pieza más importante que todos los del clan debían proteger, porque su muerte significaba la de todos. Norbert no faltó a la cita, estuvo más puntual que nunca pero no porque quisiera participar en todas las muertes que sus primos iban a perpetrar, si no porque su intención era matar a Duggu.
Cuando llegó, notó que Duggu estaba solo. “Hola Norbert, como jefe del clan, deberás saber que estoy mil pasos más adelante que tú. No creas que no sé a qué has venido hoy. Sin embargo, te daré la oportunidad de un mano a mano. Solos tú y yo primito”. En ese momento Norbert intentó atacar a Duggu, pero era cierto, cada uno de sus movimientos era previsto por el líder.
Norbert se estaba llevando una paliza, sin embargo, su talento era la adaptación a las circunstancias, en otras palabras, tenía el talento de adoptar las cualidades necesarias para superar los obstáculos del instante. Cuando Duggu estaba a punto de “terminar” a Norbert, fue el primo menor el que se le adelantó, y enterrándole una estaca de madera en el corazón, le dio fin a su culpa de sangre.