Cuento final
La noche huele a no sé qué y la verdad es que no soy muy bueno con eso de los olores. Mi vida tiene no sé qué, pero es que la verdad, no soy bueno con eso de vivir, en realidad no soy muy bueno. Esta noche las mil vírgenes serán mujeres, desde el primer botón hasta el último zapato serán desabrochados. Esta noche desnudaré a la lógica y a la razón. Esta noche, un poco más de la inocencia será vilmente ultrajada. Esta noche te me vas, te me vas porque te me mueres. Esta noche te vas, te me vas porque esta noche te mato.
Las noches huelen a alcohol, los vivos pasean con tono y palidez de muertos, los carros contaminan y asordan las angostas calles, la música sale de todas las cuadras y los dueños del amor fabrican sus excesos en los praditos oscuros y en los moteles baratos. Ya analicé todo. Eso es algo que sí se me da… será sencillo. Sólo tengo que esperar el momento adecuado, que por cierto, no tarda en llegar.
En la esquina de mi lúgubre morada, decorada del pasado ensangrentado por el dolor de mis quimeras. Allí donde la luna se peina en el mar de mis delirios, yace el arma cautiva que causará tu muerte eterna. Desmayarás lentamente entre mis brazos, mientras sientas la suave daga en tu alma. Te saldrán lágrimas en la vida y gritarás de dolor en la muerte.
No habrá vísceras regadas en mi cuarto, ni los títeres jugarán más con mi sollozo. Me agarraré con mis garras desleídas, encontraré entre los lirios el olor de la noche. Profanaré las tumbas de mis demonios, un par más de zapatos a los techos del olvido. Esta noche despreciaré tu recuerdo y mancharé tus sábanas blancas de madrugada…esta noche muero yo.
Esta vez te me vas porque te mato. Pero, ¿realmente quiero que te vayas? Soy tan cobarde como para no permitirme preguntarte el porqué estás aquí… y con todo, me creo valiente para decidir que ya no puedes estar conmigo, que debes irte. Esta noche no quiero ver tus ojos, me impedirían alcanzar mis objetivos. ¿Por qué me miraste? Sabes que no puedo resistir esa mirada. Sin embargo, fue tu última mirada, tu modo de mirarme ayer, la que me dio alas para decidir qué es lo que debía hacer hoy.
Podría haber sido una noche cualquiera, pero fue interrumpida por una llamada desde un call center. La voz de la operadora era tan similar a la tuya, pero sonaba tranquila e incondicional. Por un momento, todo fue esperanza y resurrección, pero el discurso sobre el auto cero kilómetros y el plan en cuotas me bajó al presente y agitó un sentimiento de venganza inesperado.
Ese timbre descubrió mi soledad y tu compañía, mi desgracia y tú victoria. Despertó las células de la revancha que crecieron en mi cerebro hasta enfermarme. La cité para firmar unos papeles del cambio de estatuto, le mentí diciéndole que al día siguiente viajaría a San Pedro y que me urgía completar este trámite.
He hecho lo posible por recrear mi estado psicológico del día que sucedió lo que ya todos saben que sucedió. Sé que dios nunca me lo perdonará. Sin embargo, espero que entiendan que fue un momento de debilidad, un momento que no era yo, al menos no mi mejor faceta. No tengo idea de qué me espere al otro lado, dudo que sea ella con sus brazos abiertos, pero algo sí tengo claro, y es que un monstruo como yo no merece caminar en este mundo.