Cuento en construcción
Este cuento ha avanzado de esta manera gracias a los aportes de Elvira Zamora y Enrique Vergara. La propuesta surgió a partir de este ejercicio en el cual la idea es contar qué te pasa en los zapatos del personaje famoso de tu escogencia. Todavía creemos que falta un poco para el final, sin embargo, tienes la opción de continuar o terminar la historia. Este ejercicio sigue abierto de forma indefinida. ¡Sigue participando!
Me escabullí a mi escritorio, quería dejar escrita la novela antes de partir de viaje. Me senté en mi sillón de cuero y comencé. Por la ventana se desmoronaban las hojas otoñales y eso me dejaba un regalo a los ojos. Me encendí con esas visiones y me pregunté: “¿Y si hubiese hecho volar a Remedios la Bella en medio de las hojas del otoño? La habría envuelto en un torbellino y cuando subiera más arriba de las nubes parecería una virgen”.
Sonreí ante la idea y volví a mi página en blanco, aunque no lograba liar mi cabeza en mi mano comencé: “la plaza se llenaba de mecanógrafos atados a sus sillas que esperaban a aquellos que pedían a gritos palabras, algunas llenas de remilgos, otras versadas para el amor, otras en trámite para sus pensiones”. En ese momento alguien abrió la puerta de la oficina, interrumpiendo mi flujo de ideas. Era Mercedes, que llegaba del mercado de las pulgas con toda una serie de objetos curiosos.
“Te traje este separador de hojas de figuras surreales y una agenda nueva para reemplazar la que dejaste en el taxi hace un par de días” dijo Mercedes, mi amada esposa. “Cómo va esa novela” me preguntó, a lo que yo le contesté: “Ahí… dándole”. “Bueno recuerda que mañana viajamos a Colombia y la agenda está apretada entonces trata de conservar tu energía. No te vayas a trasnochar Gabito”…
One Response
Francisco era un joven mexicano de 16 años. A pesar de que era muy inteligente, su rendimiento en la escuela era de un nivel promedio, más que todo por motivos de disciplina. Las únicas materias que eran del agrado de Francisco eran aquellas relacionadas con la palabra, como la clase de español, o la de historia. Sin embargo, aunque estas materias sí inspiraban a Francisco, el simple hecho de que fuera una obligación le quitaba todo el placer, o por lo menos eso era lo que pensaba.
En todo caso, el trabajo final de español tenía que entregarlo en tres días. Se trataba de un ensayo acerca de la novela de Gabriel García Márquez, “Cien años de soledad” y no se había empezado a leer ni la primera página de ese libro tan grueso. Este trabajo significaba el 50% de la nota de todo el año y con el acumulado que llevaba hasta ahora, no le alcanzaba en caso de que no pasara el trabajo final.
Luego de posponer todo el día la lectura, se decidió a eso de las 6 p.m. iniciar. “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”… eso fue todo lo que tomó para enganchar a Francisco en la historia de la familia Buendía y en un recorrido histórico por Colombia e incluso Latinoamérica.
Francisco no podía creer tanta agilidad con la palabra, tanta astucia y sentido del humor. Además, es estilo no lineal de narrar de García Márquez le parecía genial. Al terminar la novela ya era un hecho, era este su libro preferido de todos los tiempos y García Márquez su ídolo. Le causaba una curiosidad tremenda conocer al autor de la obra, sin embargo, dudaba que eso fuera a pasar. No obstante, sólo por un momento, se imaginó en el mismo lugar con Gabo, charlando con él. Tal vez no era una idea tan imposible.
A Francisco le fue muy bien en su examen final. El año escolar terminó y él ya había decidido a dónde quería pasar sus vacaciones. Iba a comenzar por las playas colombianas de Cartagena de Indias y desde allí empezaría un recorrido por el territorio colombiano. ..