Invéntale un título a esta historia sobre un personaje con poderes llamado Xandro

Cuento en construcción

Invéntale un título a esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Virgilio Platt, NA, María Abellán, Sekas y el Comité editorial de Cuento Colectivo. Tienes hasta este sábado 24 de marzo de 2012 para participar.

Foto tomada por Rigel Castro Acosta

Desde que Xandro tenía sólo un año, sus padres notaron que él no era un niño como cualquier otro. Cuando se disgustaba o quería algo con ansias, no lloraba ni gritaba como un bebé normal. Su sangre y su piel hervían, hasta el punto de quemar las manos de sus protectores, y humo salía de sus oídos.

¿Era una bendición o una maldición poseer los dones que tenía? Para muchos podrían ser poderes, pero para él se habían convertido en un arma que provocaba miedo. Un día estaba sentado con sus juguetes en el jardín, tenía 4 años. Un niño quiso jugar con él, era su vecino Javier, que se sentó a su lado y con una sonrisa le dijo: “¿Puedo jugar contigo?”.

Xandro, le miró de forma tímida y con un movimiento de cabeza le respondió a su pregunta. Cuando quiso darle unas piezas de lego para que jugara, sus manos empezaron a ponerse rojas y sintió como poco a poco empezaban a quemar. Cuando llegó a las manos de Javier, quemaban como una estufa a toda potencia, cuando lo tocó, le quemó las palmas de las manos.

Javier empezó a llorar desconsolado y su madre apareció y empezó a gritarle a Xandro palabras que no comprendía: “¡Eres malo, eres malo! ¡Un fenómeno! ¡Monstruo!” de manera repetitiva. Entonces se llevó a su hijo, quien seguía llorando, mirándole las manos sin entender lo que había pasado.

Xandro no sabía porque había hecho eso, sólo estaba contento de que alguien quisiera jugar con él. Él solía consolarse comparándose con los maravillosos y elogiados personajes de muchos cómics que leía, sin embargo, siempre terminaba chocando con la realidad.  Pero esos días habían quedado atrás, junto con el orfanato donde sus padres lo habían enviado para “corregirlo”.

Las calles le enseñaron toda la disciplina que necesitaba para controlar sus poderes. Si un maleante se acercaba demasiado, Xandro apenas tenía que encender sus ojos para mantenerlo a raya. Hoy, Xandro mueve el fuego a su alrededor, como si hiciera malabares. No obstante, teme que su secreto se conozca. Ya no es manejado por el fuego, el fuego lo obedece a él y es conocido por un apodo que popularizaron algunos de sus enemigos: “El Genio Rojo”…

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4 respuestas

    1. Xandro, además de ir controlando el fuego, que hasta el momento le había servido como una “herramienta” de protección, en esta realidad de abandono y continua lucha por sobrevivir en la calle, porque nunca fue intencional hacer daño, no estaba en sus sentimientos. Le otorgaba un poder que otros no tenían, eso lo hacía diferente y marginado por los demás. Entendió que era un “fenómeno” y que estaba solo, que debía buscar su lugar en el mundo. Adolescente ya, decidió peregrinar con la seguridad en su fuero interno, de que no era el único, no podía ser único, sentía que su poder tenía una finalidad, un sentido, un por qué y que existía alguien o algo que le podría dar la respuesta.
      En su camino, trabajó en lo que se le iba dando por comida, por techo y abrigo, se dio cuenta que podía contactarse como si no fuera diferente, aprendiendo de los demás y de sí mismo. Un día, mientras caminaba por la calle vio a una anciana andrajosa que gemía, se aproximó y la mujer al verlo, se le abalanzó abrazándole y llorando desconsoladamente, se sorprendió nunca lo habían abrazado, se quedó inmóvil, ella tiritaba de frío. De pronto dejó de llorar y lo miró a los ojos, dándole las gracias por darle calor, recién ahí tomó consciencia que su cuerpo estaba encendido, que de sus manos salían pequeñas llamas, y violentamente se separó de ella. Con los brazos estirados la anciana con expresión de confusión en su rostro, le rogó que no se fuera. En la mano derecha la bolsa de papel donde llevaba sus pocas pertenencias, se estaba quemando.
      Xandro intentó sofocar las llamas, pero ya era inútil, y se dejó caer en el suelo mirando tristemente las cenizas.
      Resignado a no tener nada nuevamente, se incorporó para retomar su camino. La anciana, lo tomó de la mano que aún estaba quemante, en silencio lo condujo por un callejón hasta llegar a una puerta deteriorada y sucia. Al abrirla, un hedor penetrante se sintió en el ambiente, estaba oscuro, quiso devolverse, pero la anciana con una fuerza poderosa, lo jaló y sin saber por qué continuó, sentía bajo sus pies el barro que se colaba por sus rotos zapatos.
      Por fin llegaron a un patio interior muy luminoso, extrañamente luminoso, no era la luz del sol. Miró a su alrededor y los muros estaban tapados por musgos y un agradable aroma a comida lo despertó del trance en el que se encontraba. Mira a la pequeña anciana que sonriente, dejando ver su falta de dentadura y sus pequeños ojos brillantes, con un gesto le muestra hacia una pequeña entrada a un túnel de roca. Se adelanta y gateando le hace señas de que la siga, con dificultad logra pasar hasta el otro lado y ve con tremenda sorpresa que es una habitación muy limpia, donde había una mesa y una silla tan pequeñas como la anciana. Lo invita a sentarse, pero por su altura, debió sentarse en el suelo. En un costado había una cocinilla con una olla burbujeante, ¡qué rico olor! y que hambre tenía. De una caja de cartón la anciana saca dos vasijas de greda con las que saca sopa, ofreciéndole. Xandro se la acaba como si nada, se tomó tres, mientras ella lo miraba amorosamente, quedándose dormido placido.
      Al dejarse caer la noche despierta con un frío intenso – era invierno y estaba nevando – en un primer momento no sabe dónde está, mira a su alrededor y ve a la anciana acurrucada en un rincón tapada con papel de diario y se da cuenta que él estaba tapado con una cobija vieja. Había un pequeño bracero apagándose, decide reanudar su camino, tapa suavemente a su benefactora, pero despierta y al darse cuenta de que Xandro se dispone a salir, lo detiene haciéndole una seña para que preste atención.
      La mujer toma unos trozos de madera que pone en el bracero, toma un trozo de papel que lo introduce entre la leña, le muestra su deforme dedo índice y una pequeña llama comienza a encenderse y a brotar también de su dedo anular, con los que enciende nuevamente la hoguera.
      Xandro sin dar crédito a lo que está viendo retrocede arrastrándose de espalda hasta chocar contra el muro. La mujer levanta su mano completamente encendida con una llama azul y la acerca a su rostro, sin arrugas ni señales de ancianidad, con una sonrisa de complicidad, le dice:
      “así es, no eres el único”, con voz suave y juvenil.
      Se incorpora y con ambas manos en llamas toma las de él y lo levanta, sin saber cómo sin él controlarlo sus manos también se encienden, comparando
      que su fuego es rojo y que al unirse al de ella comienza a subir una columna de fuego serpentino entrelazados. Xandro se percata que ya no es tan pequeña, su corazón latía a mil, contemplando la belleza de la columna de fuego que llegó a una altura y se detuvo.
      Separaron sus manos y las columnas se separaron también y, ambos simultáneamente se apagaron.
      Xandro tan confuso que no podía pensar……se sentó en silencio, ella frente a él y le dijo: “me llamo Lytsi, que significa lucero en Aimará”, es lo que se llama una voz indígena”. El sólo asentía con la cabeza que le daba vueltas como torbellino.
      A todo ésto ya estaba amaneciendo, había dejado de nevar. Lytsi arrastra un pequeño baúl, que parecía estar muy pesado, reacciona Xandro y la ayuda a ponerlo sobre la mesa. Saca de su interior un abrigo grande, del tamaño de él y se lo pone. Unos bototos sin cordones, ella saca de sus enaguas tiras para que se los amarre. Xandro no podía dejar de mirarla, era bella, joven, ágil y alegre. Le dice “no sabes cuánto he esperado que llegaras, me estaba muriendo de vieja, sola, enferma y creyendo que mi misión no la cumpliría.” ¿Misión? Xandro pone cara de qué es eso, de qué me hablas, no articula palabras, está en schok,. Sigue sacando cosas imposibles del
      pequeño baúl un gran gorro de piel que tapa sus orejas. Un bufanda tejida por ella de todos los cordeles, cordones, lanas, de géneros, incluso al tocarlo habían materiales irreconocibles, muy larga. se la pone. Saca unos guantes especiales, todos los dedos no tenían puntas y están reforzados para no incendiarse cuando ocupara el fuego y ella le enseña que el fuego que ambos tienen no se llaman fuegos sino “salamandras” , que son los señores que guardianes del mundo del elemental fuego, en que solo algunos son reconocidos y aceptados.
      Finalmente, saca un libro que es más grande que el baúl, antiguo, lo abre.
      saca todo lo que está en la mesa y solo deja el libro abierto.
      Le pide un vela y le solicita la encienda solo con su dedo indice de la mano derecha, pero controlando para que sea lo suficiente para encenderla.
      Nervioso, sintiéndose torpe, respira profundamente y comienza a encender
      su dedo tímido como un fósforo, ella nada le dice, solo espera frente a la mesa con el libro abierto. Proporcionando el tiempo del primerizo.
      Xandro siente una profunda calma y quietud, Enciende el anular, pero le había dicho que el índice y no puedo, siente frustración. Ella sigue en silencio, él la mire para que lo ayude, su rostro está impertérrito.
      Por fin aceptó que su dedo era el anular, lo enciende suavemente y dirigido hacia el pavilo de la vela color miel. Se enciende con una maravillosa llama en punta, no hay viento o brisa que la perturbe.
      Con una señal le indica frente a ella al otro lado de la mesa.
      Y comienza a leer en un idioma que no entendía, se sintió mareado y decidió hincarse. Ella se acerca a él por un costado de la mesa, hincado como estaba, se vuelve hacia ella y nota que en su mano izquierda trae una varita labrada y en la otra una espada corta brillante también labrada, pero la hoja tenía figuras que él nunca había visto. Y de un salto que altera su cuerpo, saca entre sus abrigos, una cadena de su pecho que era una medalla con una de esas figuras. La llevó siempre, desde que tiene recuerdos. Y se la pasa a ella, la toma con todo el cuidado, como si se fuera a romper y la coloca sobre el libro. Vuelve ya hincarse, ella pronuncia una frase y levanta la espada de la que le sale rayos en la punta, luego dice otra frase y levanta la varita, que salta de las manos de ella a las de él. Ella – “simplemente es tuya, fue hecha para ti.”
      Cierra el libro guarda todo dentro el pequeño baúl mágico, y le pasa una cinta de color blanco que siempre debe llevar en la cintura, se la amarra y le advierte que no debe sacársela nunca pase lo que pase y tampoco permitir que se la saquen y le advierte “hay muchos que saben qué significa y darían todo por tenerla, debes defender con la “salamandra” que hoy aprendiste, que el fuego no es solo fuego”. y le pregunta” ¿qué es para ti el fuego?”, con lo torpe para pensar en que se encontraba, contesto: “que puede hacer daño o puede ser benéfico”, siguiente pregunta: ¿qué es para ti el fuego?, se confundió, era la misma pregunta; “Es parte de mi, nací con ese poder?
      siguiente pregunta “¿por qué crees que es un poder?, responde: ¿porque me hace fuerte frente a otros? siguiente pregunta: ¿ por qué el fuego te hace fuerte ante otros?, “porque me puedo defender” siguiente pregunta: “¿Quiénes son los otros?, la gente con la que tengo que tratar y me quieren hacer daño” “por qué te quieren hacer daño”, “porque en algún momento saben de mi poder”, “¿por qué saben de tu poder? “Por que lo ven” y si no lo vieran, ¿querrían hacerte daño? a veces cuando son ladrones y me quieren quitar el pan o lo que puedan”
      Entonces, cuando lo usarías si fuera estrictamente necesario, en los casos como el anterior. “¿de otro modo por qué conocerían lo que tu llamas poder?”No hay otra forma”-.
      ¿Qué concluyes?, piensa bien tu respuesta porque no podrás retractarte y es final de tu Iniciación. Quiso preguntar por la última palabra y se lo impidió poniendo el dedo indice en los labios en señal de silencio.
      Se tomó tiempo y finalmente con voz resuelta dijo: “El fuego no es el fuego, es la salamandra, el elemental que lo custodia y confía en mi. El fuego es parte de mi, como otra parte más de mi cuerpo. El fuego no es un poder”, El fuego tiene un misión que debo encontrar para cumplir”
      Ella Levanta los brazos enciende su manos con la luz azul y dice”sea cumplido el juramento”
      Después de eso nada hablaron, tomaron un choca caliente, se despidieron y el mensaje final de Lytsi fue: “Debes ir hacia Oriente, lugar de la luz, donde debes reconocer tu siguiente paso, debes estar despierto. Tu saliste al mundo a buscar y has encontrado, así será”
      Xandro salió de allí siguiendo los pasos de entrada, pero al introducirse en el túnel, miró por última vez a la mujer y era la misma anciana con la que se había encontrado en la calle.

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