Cuento en construcción
Continúa esta punto de partida propuesto por Lucía, una de nuestras participantes. Este ejercicio está abierto de forma indefeinida y una vez sepamos el final del cuento le inventaremos títulos.
Pensaba que sus ojos habían perdido la forma. El atravesamiento de los numerosos barrotes que significaban su encierro, las rayitas provocadas por el llanto y todo el tiempo perdido en lamentarse lo convencían. Ese tiempo vacío en que seguía el camino de las hormigas le habían instalado de a poquito en su pensamiento un deseo: “ser como ellas…salir por un agujerito…”
One Response
Ese pensamiento se convirtió de a poco, en una idea fija. Recordó todas las películas donde el protagonista podía transformarse en un animal y eso le daba una lejana esperanza.¡ Ser una hormiga no podría ser tan difícil!
Solicitó en la biblioteca del penal una enciclopedia para saber un poco más sobre ellas. Se asombró al leer que las había en varios tamaños, especies y colores. Pero tuvo miedo al enterarse que a veces, se comían entre ellas.
En una semana hablaba como un verdadero mirmecólogo y le contaba a los otros prisioneros sus investigaciones mientras giraban en círculos durante los recreos. Inclusive uno de los guardianes se interesó en el tema y le prometió buscar más datos en Internet.
La espera de esa información lo tenía ansioso. A los dos días, por fin, tuvo las fotocopias prometidas en sus manos. Leyó con avidez, hoja tras hoja. Lo halló en el segundo párrafo de la última hoja y su cara se iluminó con la alegría de quien cree que ya es suya la victoria. ¡Habían hormigas voladoras! Ya no tendría que irse por el pequeño agujero, con su cuerpo adherido a la húmeda tierra y perderse entre increíbles túneles. ¡No señor!, se iría de allí volando. Si,¡ delante de las narices de todos! No pudo evitar una nerviosa sonrisa mientras ideaba ese genial plan y disimuladamente guardó las hojas entre sus ropas.