Cuento en construcción
Continúa esta historia propuesta por Leonor Zozaya, una de nuestras participantes, y editada por el Comité editorial de Cuento Colectivo. El ejercicio está abierto de forma indefinida y una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos. ¡Participa!
Por fin, el día de su cumpleaños, Clarita vio el mar. Lo miraba con un gesto hipnótico, sin pestañear, anonadada. Nunca había imaginado que tanta agua pudiese inundarlo todo, desde el horizonte hasta su pensamiento. Y comenzó a soñar despierta. Imaginó burbujas gigantescas de jabón saliendo del mar, atrapando a las gaviotas. Pensó en qué sucedería al caer la noche, cuando las estrellas tuviesen que subir disparadas, volando, a brillar en el firmamento.
Supuso que si el agua de su bañera mojaba, el agua del mar debía mojar mucho más, tanto que ninguna toalla podría secarla…
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Y se imaginó que enorme debería ser el tapón que lograba contener tanto agua sin que se fuera en un enorme remolino…
Se fue acercando despacito a donde las olas eran apenas una onda imperceptible llena de espuma que enjabonaba la arena, tomando con mucha fuerza la mano de su papá. Se sorprendió cuando el agua se retiró, como escapándose de ella, casi como si algo tan enorme pudiese asustarse de ella, tan chiquita. Y de pronto, sus pies se vieron hundidos en el agua, arremolinándose en sus tobillos como una caricia.
Dio unos pasos temerosos, y avanzó hasta sentir como una ola suave la elevaba delicadamente, y se aferró más aún a esa mano grande que envolvía la suya como un guante cargado de protección y afecto.
Al tener la certeza de que no existia un toallón tan grande, imagino que la toalla era el mismo cielo, ese telón majestuoso que día a día cubria su vida con esplendor, se alegro al comprender que al secarse cubriria su cuerpo de nubes de felicidad y pensamientos flotantes de todos aquellos que tenian la simpatica facultad de despegarse del suelo y volar, tan sólo con el pensamiento.
Con un brillo en sus ojos tan expresivos, una sonrisa sin igual, recordo unas palabras que fugazmente escucho alguna vez “El mundo es tan maravilloso y algunos no lo saben aprovechar, viven en lamentaciones constantes y buscando divinidad donde no existe, sabiendo que aveces con cerrar los ojos es suficiente para encontrarla”
En ese instante la pequeña niña de los ojos expresivos, iluminados por el ocaso, contrastando con el mar y el cielo rojo, tal cual como si se quemara, afirmo que esé seria un cumpleaños realmente inolvidable.