La mirada de la calavera

Cuento en construcción

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Ya iba por el cuarto vaso de whisky y la furia dentro de él parecía crecer. Siempre sucedía lo mismo cada vez que organizaba una fiesta. Ya debía estar acostumbrado a los coqueteos de su mujer. Al final, el despacho era el refugio al que siempre acudía para calmar su frustración.

Con un movimiento veloz aventó el vaso contra la pared que tenía detrás, con tan buena suerte que fue a dar en uno de esos costosos cuadros que su padre siempre gustaba agregar a la envidiable colección que poseía.

Lanzó una maldición y cuando sus ojos recorrían la estancia con rabia se topó con ese horrible suvenir que también aquél había traído de un viaje de exploración. Eso era algo que no comprendía: ¿Por qué no eligió traerse una piedra, en lugar de esa horrible calavera que parecía reírse de él y de todo el mundo?

Vaya a saber la historia que la rondaba. Sus cuencas vacías le producían tal estremecimiento que se sentía observado desde el otro mundo, como si estuviera ante un vigilante que aguardara al acecho la consecución de un destino marcado…

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Una respuesta

  1. Abrió las puertas de vidrio en la que estaba la calavera y la miró un poco más de cerca. Entonces la agarró con su mano derecha y la trajo aun más cerca a su rostro, estaba de alguna forma, “cara a cara” con la calavera. Después la dejó en su sitio y se sentó en su sillón.
    De repente se le vino el recuerdo de su esposa coqueteando de manera descarada con uno de los militares italianos, invitados al evento. Una ira se le empezó a acumular en el pecho. Su respiración se tornó más pesada y sus manos temblaban. Entonces se los imaginó fornicando. Se levantó de su sillón embriagado con una cólera incontrolable. Salió de su despacho, camino al salón principal.
    Estaba rojo y las venas en su cuello eran notorias…

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