Cuento final
Así estoy, con el viento golpeando los pensamientos diseminados. Ya no tendré conclusiones, la tormenta se ha apoderado de mis huesos que aguantan el impulso anclados en los pensamientos firmes. Esto ya no tiene vuelta atrás.
Estoy resistiendo, enjaulada subsisto y sé que llevo conmigo el rictus del desamparo. ¿Será que estoy desprendiéndome sin hacer patente lo que llevo dentro? Porque escribir lo que vivo, de atrás para adelante es de locos. Creo ver al espacio circundarme y cada parte de mí sabe por lo que debe atravesar.
Como si fuera un fantasma, pero con sensaciones, mi fuga hacia el vacío me indica: sal, sigue, continúa. Congelada en el hielo del suspenso, sin siquiera una lágrima, parece que levito y desde ahí vislumbro una vidriera y alrededor el cielo muy negro y estrellado se conmueve de mi estampa.
Hoy, la verdadera razón está desgarrada, en verdad no quisiera saber lo que está dispuesto para mí, vacilar no es lo mio. ¿Y ahora, qué hago? ¿Será esta la noche del nirvana? ¿Puedo refulgir y sostenerme con firmeza? ¿O resistir el nocturno de los grillos? No sé si estoy frente a mí o estoy de vuelta.
Sigo congelada, desahuciada por mi misma. No acierto a entender si es apatía o soy acomodaticia y en el muro del malecón podría estar tendida mirando como explotan los anhelos. Me pregunto entonces: “¿Cuándo voy a despertar de esta pesadilla llamada mi vida?”
Ya la marea y sus olas dejaron de traer esperanza y belleza, así que me entrego a ella, me dejo llevar, cada vez más adentro, más lejos, más hacia la soledad, más hacia el olvido del que nunca he de regresar. Me voy… me voy para siempre. Me llevo sólo el recuerdo del amor que nos tuvimos, para que me acompañe durante toda la eternidad.