Cuento en construcción
Con aportes del tamaño que crean pertinentes, inventemos una narración a partir de la siguiente imagen. Por el momento, la fase de construcción para este juego es indefinida. Pueden dejar sus aportes en la zona de comentarios o en el correo electrónico jairoecheverrig@cuentocolectivo.com.
7 respuestas
En nuestra primera cita, Diego me llevó a la Heladeria Carver. Él me gustaba mucho, pero su nerviosismo era evidente, sin embargo, eso era lo que lo hacía irresistible para mí, aunque él no lo supiera. Él se pidió un cono de cholocate con vainilla y yo un cono de vainilla cubierto de pequeños dulcecitos. Diego dijo algo así como “nunca me gustaron esos dulcecitos, le quitan todo el sabor al helado”. “Te prometo que de hoy en adelante te van a encantar le dije yo”. Cuando llegaron nuestos helados dí ese primer bocado de la forma más lenta y sexy que pudiera. Diego me miraba como un tonto, no había ni siquiera probado el suyo que se le estaba derritiendo en las manos. Quedé llena de los dulcecitos en mis labios. “Bésame” le dije. Nos dimos un beso largo y cuando terminamos dijo: “Señorita, otro helado de vainilla con dulcecitos.
No se me ocurre una narracion porque confieso que soy cero imaginativa. Pero si queria decir que me encanta este sitio y sus imagenes. Acabe de guardar esta en mi computador. Me encantaaaaaaaaaaa! Felicitaciones en serio
La mano derecha de Nadia empezó a temblar. Entonces, supo que en menos de cinco minutos sería víctima de un nuevo ataque. Lo sabía, pero no podía evitarlo. Se levantó de la silla donde había estado sentada por largo rato e intentó salir lo más rápido posible de su casa. Si no salía pronto, su ataque le haría pasar un mal rato. De nuevo.
Empezó a buscar las llaves de su carro, pero no lograba recordar a dónde las había colocado, luego de haber hecho las compras en el súper. Su diestra seguía temblando sin parar. Pensó que lo mejor era salir corriendo. ¿Qué importaba el carro, si igual no podría manejarlo con una de sus manos temblando sin parar? Sin embargo, antes de cerrar la puerta a sus espaldas, lo recordó. ¡La cocina! Las llaves estaban en la cocina.
Nadia supo que era un riesgo ir a ese cuarto en el que siempre terminaban sus ataques. Pero, esta vez, creyó firmemente que era capaz de controlarse. Sujetó su mano derecha con la ayuda de la izquierda, y empezó a caminar hacia la cocina. Extrañamente, su mano empezó a dejar de temblar, poco a poco.
Cuando por fin llegó a la puerta del cuarto, su mano había dejado de ejercer aquel movimiento que tanto le molestaba. Echó un vistazo rápido y recordó exactamente a dónde estaban las llaves. Se acercó a la mesa principal y las tomó. Dio media vuelta, disponiéndose a salir de inmediato, cuando sintió aquel olor que la paralizó por completo.
Justo al centro de la mesa estaba un pastel de chocolate, adornado con pequeñísimos dulces de colores. Su mano empezó a temblar de nuevo. Intentó concentrarse en salir de allí, pero el olor era insoportablemente delicioso. Entonces, dejó caer las llaves y se abalanzó sobre la mesa, para luego darle una enorme mordida a aquella delicia de chocolate. Mordió y tragó sin parar, hasta que escuchó a sus espaldas cómo se abría la puerta principal de la casa.
Se apresuró a bajarse de la mesa, pero ya era demasiado tarde. Su madre estaba en la cocina, viéndola perpleja como otras veces. Nadia, sin su mano temblándole y con sus labios llenos de pequeños dulces, se quedó inmóvil junto a la mesa. Su madre cambió la expresión de asombro y le sonrió.
— El pastel estaba delicioso, dijo Nadia, y luego sacó su lengua para atrapar a los pequeños dulces que tenía sobre sus labios.
— Lávate las manos que saldremos a cenar, dijo su madre.
Nadia corrió al baño a lavarse las manos y la cara. Cuando por fin terminó con la limpieza, se miró al espejo. Una sensación de culpa la invadió. Había caído de nuevo. Y, de nuevo, su madre la había encontrado en el acto.
Por un momento estuvo dispuesta a salir del cuarto de baño, dirigirse a donde estaba su madre y pedirle que la llevara a pasar consulta, porque ese tipo de ataques no eran “normales”. Pero en ese mismo instante se arrepintió. Satisfacer aquel placer tan delicioso no podía ser un problema.
Nadia subió al carro y guardó silencio hasta llegar al lugar donde comerían. Cuando se sentó y empezó a escudriñar el menú, notó algo terrible. Levantó la vista y la posó sobre su madre, que estaba frente a ella.
— ¡Acá no hay postres!, gritó, al tiempo que su mano derecha movía el menú de una manera inexplicable y sin pausas.
ALIMENTADO PASIONES
La vió en una bombonería, estaba vestida muy sugestivamente. Cuando sus miradas se encontaron ella estaba probando los dulces de todos los colores que tanto le gustan, cuando vio que él la estaba mirando sonrió y lentamente comenzó a pasarse la lengua por los labios llenos de dulces.
Ese fue el detonador, el combustible que prendió la mecha; cuando quisieron ver estaban en el ascensor que llevaba al apartamento de él practicamente desnudos.
Comenzaron en el ascensor y, luego de una lucha de bocas, manos, cuerpos concavo y convexo que duró lo suyo, terminaron en la alfombra del living.
— Me gusta tu inventiva — le dice él, mientras acaricia sus pezones.
— Amor…es la mejor forma de no desgastar la pareja— le dice ella toda melosa alargando un brazo para tomar los anillos de arriba de la mesa ratona.
Siempre recordare aquel día, su mirada en explosión, su sonrisa deleitada al son del carnaval dulce que hacia olvidar el trance que pasaba.