Invéntale un final a este cuento sobre una competencia de natación en medio de los Olímpicos

Cuento en construcción

Creale un final a este historia que ha sido escrita hasta el momento entre Valentina Solari, Enrique Castiblanco y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de la narración le inventaremos títulos. ¡Participa!

Faltan unos instantes en el cronómetro. Todo depende de mí, la gloria de una nación entera. ¿Seré capaz de ganar? Respiro hondo, trato de no pensar en más nada sino en la competencia, visualizo la victoria. Es el momento… oigo las palabras: “En sus marcas, listos, fuera…”.

Y empieza la competencia. Me lanzo al agua y comienzo a nadar los primeros 50 metros. Tanto esfuerzo y dedicación… todo se resume a este momento. No miro hacia los lados, me concentro en mí. Eso es lo bello de este deporte. De alguna forma eres tú solo contra el tiempo, tú contra ti mismo.

Paso los primeros 50, después 100, después 150 metros. Empiezo a sentir en mi espalda y hombros el agotamiento. Sin embargo, faltan los últimos 50, es ahora que tengo que dar todo. Toco la pared con mis pies y me impulso para ir con todo en el tramo final. Siento una explosión de adrenalina…

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2 respuestas

  1. … y de pronto, el horror. El miedo más grande de un atleta en una final: un calambre empieza a recorrer mi pierna izquierda. El dolor me hace perder impulso y aunque trato con todas mis fuerzas, me voy quedando atrás.
    Entre el agua escucho el clamor del público; unos desesperados porque me voy quedando lejos y otros gritos que los apagan al celebrar al competidor del carril 3 que ha llegado a la meta.
    Ya no quiero seguir; años de entrenamiento para que unos nervios exaltados decidan que hoy no es mi momento. Prefiero quedarme en medio de la alberca y me dejo hundir.
    Los comentaristas de deportes coinciden: ante esta pena, me gana la vergüenza y prefiero quedarme bajo el agua. Y no voy a salir.

  2. Siento una explosión de adrenalina…Mis brazadas se vuelven frenéticas a medida que me desplazo en el agua. Una, dos, tres, respiro. Ya falta poco, cada vez menos.

    Me pica la curiosidad. ¿Qué pasa en las gradas mientras estoy aquí? Quiero mirar, pero sé que no debo. Lo único que lograría es desconcentrarme.

    Los músculos empiezan a escocerme, mi corazón late desbocado. Quiero llegar, quiero ganar. Una, dos, tres, respiro. Mis patadas son más y más rápidas. Una, dos, tres, respiro.

    Una, dos… Algo está mal. La lengua se me ha hecho un nudo, me arde la nariz y la garganta. No puedo respirar. He tragado agua y sólo puedo toser. Siento que pierdo el ritmo, el agua ondea a mi alrededor cuando mis rivales atraviesan los andaniveles.

    Intento contener la tos y sigo avanzando. No puedo perder, no puedo. Siento mi cara enrojecerse; braceo más fuerte. Los pulmones me arden, abro la boca automáticamente y sólo entra más agua. Hay un zumbido insoportable en mis oídos.

    Alzo la cabeza, estoy a mitad de camino. No puedo parar, no ahora. No veo nada, no puedo respirar. Agito los brazos inútilmente.

    Oscuridad. Oigo una alarma sonar a lo lejos. Arriba mío la luz traza curvas en el agua; es como estar dentro de un espejo.

    Me he ahogado.

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