Concluye este cuento sobre una traviesa niña y su elefanta

Cuento en construcción

Invéntale un final a esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Gustavo Lobig, Gerardo Triana y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Le inventaremos títulos a la narración, una vez sepamos su conclusión.

La bella y la bestia, les decían. Inseparables… la hermosa elefanta y su terrible amita iban a todas partes sin que nadie osara despertar la ira de la destructiva niña, a quien la elefanta obedecía ciegamente. Una mañana, después del desayuno, ambas se sentaron a contemplar su próximo escenario de tropelías. Frente a la fachada de la gran casa, acababa de estacionarse el sedán azul del padre de la niña.

Eso le dio a ésta una idea útil para realizar su nueva y más terrible travesura, la mejor de todas, la que acabaría finalmente con la casa, el coche y la niña, sin tocar ni un pelo de la enorme mole gris que ahora rumiaba su pienso, mientras su amiga se reclinaba contra su costado izquierdo para abrazarla.

La niña se acercó al auto y le quitó el freno de emergencia. Sólo hacía falta un pequeño empujón. Entonces le hizo la seña a su mascota y ésta impulsó el vehiculo en dirección de la gran casa de madera. La cuestión era que la elefanta estaba enferma y se había vuelto más una carga para el zoológico que cualquier otra cosa.

Tal vez esta era la única manera, dedujo la niña, de que el mensaje de no sacrificar a la elefanta llegara tan claro como el agua a su padre, el dueño del zoológico…

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Una respuesta

  1. Dulce, pensaba que su elefanta, igual que todas las criaturas hechas por Dios tenían derecho a vivir y a ser felices, ¿no venían para eso al mundo?.
    Pero su padre solo la veía como una carga, asi que esta vez, el mensaje sería fuerte y claro.

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