Cuento en construcción
Puedes concluir o seguir esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Vilma Barerx, Nora Saavedra y editado por el Comité editorial de Cuento Colectivo. El ejercicio está abierto de forma indefinida y una vez sepamos el final de la trama le inventaremos títlos.
Indefinidamente, busco el teclado en las ramas desajustadas de cada mano que no he de tocar, el sonido… el silencio. Son caricias en mis yemas y punzadas a mi pecho. Los lamentos que no puedo abandonar se incrustan al oído. Tantas hembras, tantas glorias y la pérdida de mí en cada una de ellas. El compás desajustado tiembla al solo intento de claridad.
Es entonces cuando sus sombras se levantan y me envuelven en la pena. Son mil dedos, cientos de palmas y esos cuerpos que no reconozco en mi historia. Cuerpos sin nombres ni caras en las que yo me pueda reflejar, es el tinte del silencio y la ubicuidad. Mi mente en desatino enreda mi letra, mi melodía incestuosa.
“No tienes alma, eres un ser sin alma que merece lo peor” dice una.
“Te maldigo Sebastián, te maldigo a ti y a todos tus seres queridos. Acabaste mi vida” dice otra.
Espero que algún día sientas lo que es ser usado y desechado. Somos personas… no objetos que ser tirados a la basura. Algún día te arrepentirás de tanto abuso y tanto descaro. Es que ni remordimiento sientes. Eres un diablo, un egoísta al que no le importa más nadie que él y sus estúpidas melodías”.
Se escucha una nota grave desafinada que termina con la música. Sebastián se levanta de su silla. Las voces se han ido…
2 respuestas
el empieza a pensar en todo el mal que el le ha hecho a todas esas mujeres. Arrepentido de su descaro, lagrimas caen de sus ojos. Lo que lo atormenta ahora es la maldicion por haberse aprovechado de los cuerpos de tantas mujeres. Solo piensa en que seria de la vida de su esposa e hijos si esa maldicion se cumple verdaderamente. Tanto es el trauma que el crea en su mente que el decide quitarse la vida para haci terminar con su remordimiento y haci la mujer que le puso la maldicion se apiade de su familia.
Camina hasta la ventana de su hogar y se queda mirando a la luna por varios minutos, que está llena esa noche. Es obvio que la culpa lo sofoca, piensa en lo necesario de una catarsis, y para eso, sólo conoce una manera. Se sienta de nuevo en su piano. Empieza con notas suaves, que cada vez se van tornando más sensuales y por momentos agresivas.
Las mujeres del pasado de Sebastián vuelven a aparecer. En un punto, hay una lucha entre la sensualidad y la ternura de las melodías. La lucha prosigue por largos minutos y la creación espontánea termina con melodías suaves y provocadoras, pero con ritmos menos marcados. Hay armonía entre ellas y se han vuelto una sola.
La música acaba y las mujeres se han ido. Sebastián escucha como alguien aplaude detrás de él. Da la vuelta y es Valeria, la chica a la que ama y con la que lleva saliendo por mucho tiempo, pero siempre ha mantenido a escondidas. “Es lo más bello que te he oído tocar. De verdad, hermoso. Tienes mucho talento” dice Valeria.
Su cabello rubio se mueve con el viento, que entra por la ventana. Un espejo en el fondo derecho del lugar, la refleja de perfil con su pijama larga, blanca de seda. Sebastián se acerca hasta donde ella, se soporta sobre una sola rodilla y le pregunta: “¿Quieres casarte conmigo?”.