Cuando tenía diez años, Erick soñaba con tener una relación romántica como en las películas. Nunca había tenido una novia, pero estaba seguro de que cuando la tuviera, la iba a amar y a adorar como nadie nunca lo había hecho. Era él quien iba a tumbar el mito de que todos los hombres son iguales, porque él iba a ser diferente. De verdad, no entendía como algunos hombres, teniendo a mujeres tan bellas, decidían ser infieles o acabar con sus relaciones a como diera lugar.
Seis años después, el sueño se le cumpliría a Erick. Conoció a Clementina y compartirían juntos tres años. Al comienzo todo era color de rosa. ¡Que divertido era jugar al amor! Inventarse nombres el uno al otro, compartir cada momento juntos, regalarse cosas, dedicarse canciones y explorar sus cuerpos.
El hecho era que Clementina era muy diferente a Erick, sus gustos eran opuestos en muchos aspectos pero por alguna extraña razón, se habían atraído el uno al otro. Sin embargo, nada de eso importaba. Era la primera vez que ambos experimentaban una experiencia de este tipo y la curiosidad y el entusiasmo superaban las diferencias. En ese momento, las hormonas de placer en sus cuerpos estaban al tope.
No obstante, tres años después, los niveles “hormonales” de Erick se reducirían. Por supuesto que todavía sentía mucho cariño y aprecio por Clementina, quien había compartido ya tres años de su vida con él, pero ya no era como antes que sus emociones nublaban su razón. Ahora era la cabeza quien mandaba, y a Erick le decía que esta no era la persona con que quería estar por el resto de su vida.
Un martes de verano, mientras hacía las compras de su madre, la vio cruzar la calle y dirigirse a comprar un helado. Tenía puesto ese vestido verde que él tanto odiaba porque, además de tener un color horrible, era difícil de quitar. Su primera reacción fue ignorarla y pretender que no la había visto, pero era demasiado tarde. Clementina se dirigía hacia el como una mancha verde que saltaba de alegría y cada vez se hacía más grande.
Incluso el aroma a fresa del helado le produjo a Erick una fuerte repulsión, que apenas pudo esconder con una sonrisa escueta y un típico “hola amor…”. Le dio un beso en la boca, la miró a los ojos y mientras trataba de quitarse el sabor de helado que le había quedado después del beso, supo que esta sería la tarde donde al fin le diría toda la verdad…
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3 respuestas
Erick estaba nervioso. A pesar de su feo vestido verde, esa chica seguía siendo encantadora. Esos ojos color almendra, ese cabello largo y lacio con un olor suave; todo eso ya formaba parte de él. Clementina no paraba de sonreír y de besarlo en los labios. Y Erick seguía sintiendo náuseas por los rastros de helado en su boca. Tenía una sonrisa desgastada que daba pena.
Clementina le dijo que quería pasar la tarde con él. Le comentó que tenía que hablarle de algo importante. Así pues quedaron de verse en el parque “San Francisco” a las 6 de la tarde… Clementina ya no llevaba su vestido verde, iba con jeans y sudadera. Su cabello sujeto con una pinza. Caminaron en silencio y tomados de la mano por un largo rato. A Erick los recuerdos lo asecharon. Recordaba su primer beso con esa chica y sus pecas y sus tules y sus mejillas coloradas. Su primer abrazo. La magia que Clementina esparcía cuando lo miraba. Recordó las fotos, las cartas, las caricias. Las llamadas telefónicas sin fin. Cuando esperaba con anisas el momento de volver a verla. Cuando miraba la luna y le contaba que estaba enamorado. Cuando su corazón se acelaraba al escuchar su voz, cuando sus angustias se reducían por el simple hecho de estar con ella. Finalmente se sentaron en unos columpios. Y Clementina habló:
-Mi amor. Éste tiempo me has hecho muy feliz. Pero te conozco, sé que te pasa algo. Y creo saber qué es. Tal vez la dopamina ya se nos terminó y la ilusión se convirtió en costumbre. No había tenido el valor para decirte ésto, pero, a mi papá le ofrecieron un empleo muy importante en canadá, y ya estamos empacando. Partimos el viernes. Yo estaba pensando que podríamos darnos un tiempo. Ya sabes, salir con otras personas. Continuar cada quien por su lado, separados. Y entonces nuestros corazones podrán aclarar sus respectivas dudas. Tú sabrás si me has dejado de querer, yo sabré si puedo continuar lejos de ti. No me gustan las despedidas, sólo puedo decirte que nos vemos luego. Sea cual sea tu decisión, esperaré tu llamada…
Erick estaba nervioso. A pesar de su feo vestido verde, esa chica seguía siendo encantadora. Esos ojos color almendra, ese cabello largo y lacio con un olor suave; todo eso ya formaba parte de él. Clementina no paraba de sonreír y de besarlo en los labios. Y Erick seguía sintiendo náuseas por los rastros de helado en su boca. Tenía una sonrisa desgastada que daba pena.
Clementina le dijo que quería pasar la tarde con él. Le comentó que tenía que hablarle de algo importante. Así pues quedaron de verse en el parque “San Francisco” a las 6 de la tarde… Clementina ya no llevaba su vestido verde, iba con jeans y sudadera. Su cabello sujeto con una pinza. Caminaron en silencio y tomados de la mano por un largo rato. A Erick los recuerdos lo asecharon. Recordaba su primer beso con esa chica y sus pecas y sus tules y sus mejillas coloradas. Su primer abrazo. La magia que Clementina esparcía cuando lo miraba. Recordó las fotos, las cartas, las caricias. Las llamadas telefónicas sin fin. Cuando esperaba con anisas el momento de volver a verla. Cuando miraba la luna y le contaba que estaba enamorado. Cuando su corazón se acelaraba al escuchar su voz, cuando sus angustias se reducían por el simple hecho de estar con ella. Finalmente se sentaron en unos columpios. Y Clementina habló:
-Mi amor. Éste tiempo me has hecho muy feliz. Pero te conozco, sé que te pasa algo. Y creo saber qué es. Tal vez la dopamina ya se nos terminó y la ilusión se convirtió en costumbre. No había tenido el valor para decirte ésto, pero, a mi papá le ofrecieron un empleo muy importante en canadá, y ya estamos empacando. Partimos el viernes. Yo estaba pensando que podríamos darnos un tiempo. Ya sabes, salir con otras personas. Continuar cada quien por su lado, separados. Y entonces nuestros corazones podrán aclarar sus respectivas dudas. Tú sabrás si me has dejado de querer, yo sabré si puedo continuar lejos de ti. No me gustan las despedidas, sólo puedo decirte que nos vemos luego. Sea cual sea tu decisión, esperaré tu llamada…
Erick la miraba fijamente y pensaba que en efecto era muy hermosa y le había dado tantos momentos felices que se le hacía injusto lo que pensaba, se sentía un mounstro, giro su cabeza y volvio a la realidad Clementina le contaba lo aburrido que había estado su día y varias cosas sin sentido, le propuso que fueran a su casa como solían hacerlo las tardes de los miércoles que sus padres salían y sse quedaban solos. Erick sabía que tenia que dejar de hacerlo o nunca se desprendería de ella. pero por otra parte estaba como obsesionado con esa mujer, el placer que le provocaba estar con ella era algo superior a sus pensamientos; accedió los dos caminaron rumbo a su casa, al llegar Clementina le dijo que tenía preparado algo especial tomó una botella de vino de su nevera y sacó dos copas, le ofreció. Comenzaron a beber y poco a poco perdieron noción del tiempo, Clementina se dirigió a la habitación y con un gesto invitó a Erick a seguirla, entraron y lo primero que vio Erick fue el espejo tapizado de todos las fotografías que habían acumulado, empezó a marearse su cabeza parecía estar girando, mientras unas voces resonaban dentro combinándose con la risa odiosa de Clementina, se mezclaba con sus reclamos frecuentes, estaba desesperado, la miró y de repente casi como un movimiento automático se le lanzó encima, la besó como no lo había hecho nunca y cuándo la tuvo dominada agarró una almohada y se la puso en la cara cortándole así la respiración.
La amaba lo sabía bien pero de alguna manera tenía que ser ella quién acabara con la relación.