Cuento final
Este cuento fue escrito por Andréa Rodríguez Franco y editado por el Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Te gustó el resultado?
La lluvia era interminable. Dánae se hacia una con el agua que brotaba de las rocas y la noche se albergaba en sus ojos. Sus pasos flotaban hacia el mar. Ella y su cabello negro sabían perderse entre las olas. Dánae jugaba a ser sirena y se escondía en azules, peces dorados.
Rocas finas, raras criaturas que desde el fondo la observaban. Su momento era este: la lluvia, la dulce agua que la acariciaba. Y el dulce recuerdo de él. lbai era el recuerdo de Dánae. Olvidado por la tierra, por el aire, por el sol y por todo ser terrestre, menos por ella.
Era un mes frío, la luna no alumbraba esa noche. lbai solía pescar, mientras Dánae mojaba su cuerpo en la orilla. La espuma la mantenía soñando, feliz como todas las noches. El barco había regresado, solo, sin más besos para su bella perla. El pescador se había hundido en el llanto de los ojos de la sirena.
Dánae después de ese día no detuvo su llanto, hasta que regreso a su mar. Donde el amor que le pertenecía le humedecía los poros, los labios que lbai siempre aprovechaba en besar. Las manos con las que Dánae tocaba su espalda. Mientras lbai sentado en la cama olía su perfume, sal de mar. Así fue como Dánae se hizo mar, lbai arena y yo, luna.