Este cuento fue escrito entre Mayte García, Fermín Ángel Beraza, Sebastián Andrade, Neo Tiba y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Cómo te pareció el resultado?
¿Al cielo o al infierno?, se preguntó Daniel, mientras observaba cómo los átomos de su cuerpo formaban una luminosa y bella franja de polvo. Era tonto preguntarse eso ahora, lo sabía, pero al darse cuenta que su existencia terminaba, y con las grandes preguntas filosóficas de antes y después retumbando en su cabeza, no tenía otra opción. Debía hacer uso de lo último que le quedaba en ese momento, su cerebro, su pensamientos, su yo, su alma… y alargar un poco la despedida.
“Por donde aparecerá la maldita, vendrá vestida de negro, como se enterará que estoy aquí”, eran algunas de las preguntas que en cascadas fluían por la mente de Daniel en aquella incómoda situación en la que se encontraba.
Las sirenas de las ambulancias se sentían cada vez más cerca, el gentío empezaba a aglomerarse curioso y los gritos de la policía pidiendo calma llegaban a Daniel como suaves voces de un sueño.
“Ni piensen que me entregaré sin luchar” decía sin que nadie le escuchara, “tengo muchas cosas que hacer todavía y no le avisé a mi novia Paty que llegaría tarde a buscarla. Podría alguien hacerme ese favor, amigos. Iba a toda la velocidad que daba mi moto, justamente por no hacerla esperar y miren lo que pasó: la luz que no cambió a tiempo, el taxi que no se detuvo y ese dolor que se me prendió del pecho como una escarapela, y ese líquido color vino que me moja por todas partes”.
No lo muevan” gritaba uno de entre la gente.
“Traigan una toalla mojada para la herida”, acotaba otro.
“La ambulancia, llamen la ambulancia”, se escuchaba por otro lado.
Y Daniel allí, convirtiéndose en polvo: remera, jean, carne, huesos, fundidos en una brillante e invisible nube para los transeúntes, pero no para él que cada vez observaba desde más arriba aquel alboroto. En estas circunstancias, no alcanzaba a comprender porque trataban de reanimar aquel cuerpo destrozado, cuando él se encontraba a unos metros sobre el suelo y ya nada le dolía. Observó los intentos fallidos para reanimar su cuerpo, los médicos confirmaron su muerte a las 6:30 p.m. Entonces se despidió de sus sueños y sus planes y un helado viento se llevó las partículas de su cuerpo.