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Una respuesta
El instituto de varones de Santa Catalina era de los más prestigiosos y costosos del país. Las monumentales instalaciones quedaban a las afueras de la ciudad… cientos de hectáreas de campo, zonas deportivas y de estudio. El director de la institución, el señor McKinley, un ex militar que abandonó décadas atrás su tierra natal en Arizona en una gira terrestre por el continente. Sus aventuras lo llevaron a crear una fuerte red de influencias en el sur, donde terminaría estableciéndose y también ascendiendo como el director del mejor colegio de la región, en poco tiempo.
McKinley vivía en las instalaciones del colegio y los sábados le gustaba caminar solo por el terreno y contemplar el silencio. Ese sábado, mientras caminaba cerca de la cacha de basquetbol, notó como relinchaba un caballo desde adentro. Al principio, dudó de lo que había escuchado, pero al escucharlo de nuevo, supuso que uno de los caballos había escapado del establo.
Entró a la cancha cerrada y no vio nada. Entonces escuchó de nuevo el relinchar y pudo precisar de donde venía el sonido. Alzó la mirada y vio la imagen más surreal de toda su vida, más surreal incluso que las confusas batallas que le había tocado librar en su tiempo…