Ya tenemos un título, comienzo de historia y hasta un nudo que se vislumbra. Te invitamos a continuar esta trama que ha sido escrita hasta el momento por Úrsula Melgar. ¡Participa y no dudes en invitar a tus amigos también!
Los días de otoño llegaban a su fin. A pesar de los fríos días que estaban por venir, el amor entre Bianca y Pascual seguía tan cálido como siempre. Ambos jóvenes eran muy felices, hasta que los acontecimientos hicieron que se sintieran desgraciados.
Una noche, mientras paseaban cogidos de la mano, Pascual no dejaba de pensar en la propuesta que le hizo su padre de trabajar en el extranjero. No tenía más remedio que aceptar, si realmente quería velar por la familia. Pensó que sería peor si tardaba en contárselo a su amada. Por otro lado, ni quería imaginar cómo la bella sonrisa de Bianca desaparecía, como una hoja arrastrada por el viento.
Se lo contó sin más, y lágrimas de amor brotaron por los femeninos ojos, al sentir que el destino ya le había arrebatado a su Pascual. Él, por su parte, trató de consolarla.
—No llores, mi amor. De verdad que no quiero dejarte, pero, a veces, la vida nos fuerza a tomar duras decisiones. Pensaré en ti… Te enviaré cartas… Verás cómo estaremos juntos otra vez.
Las tiernas palabras de Pascual devolvieron la confianza a Bianca. El joven la acompañó hasta su casa, donde se despidieron con un beso de amor. Sus esperanzas apenas aliviaban su tristeza, pero disimuló lo más que pudo cuando su madre abrió la puerta.
—Entra rápido, que tenemos algo que decirte.
La muchacha sintió algo de pánico, pues a sus padres no les agradaba que tuviera un novio de familia pobre. Pero, en realidad, otra sorpresa le aguardaba. Rubén, el hijo de un terrateniente, la esperaba en la sala de estar. Era tan atractivo y formal que llegó a ser muy codiciado por las jóvenes de la zona. Y el galán no tenía otra razón para estar en la casa que la de pedir la mano de la hermosa Bianca.
Una respuesta
Pascual, que desde que la madre de Bianca le había cerrado la puerta en la cara sin siquiera saludar, espiaba todo a través de la ventana que daba a la sala. Desde un comienzo sospechó que algo raro pasaba. No entendía bien lo que decían desde lejos, pero la sonrisa y ojos de coquetería de Bianca eran inconfundibles. Tenía que hacer algo para frenar lo que parecía inevitable. Pensó que la mejor solución era hacer que el auto deportivo de Rubén ardiera…