Esta historia ha sido escrita hasta el momento entre Sandro Vergara y el Comité editorial de Cuento Colectivo. Hace parte de los aportes de este ejercicio en el cual la idea es contar algo que te ocurre en un viaje. Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada o escribiendo a comiteeditorial@cuentocolectivo.com. Una vez sepamos el final, le inventaremos títulos al cuento, el que hay en el momento es provisional.
Al llegar al pozo, comprobó que era mucho más de lo que había imaginado. El aroma de piedras y pasto, más el aire denso del lugar eran solo algunos de los elementos que las fotografías que había visto no podrían capturar. Desde que era muy joven, siempre lo había querido conocer. Lo había visto por primera vez en el álbum de fotos de expediciones de su abuelo. Sin embargo, su abuelo nunca tuvo la oportunidad de contarle los detalles acerca del lugar.
Él tampoco era que fuera muy fanático de investigar con profundidad todos los lugares a los que viajaba. Llegó hasta la parte inferior del pozo, en donde había en mármol una rosa de los vientos sobre una cruz templaria. “El pozo iniciático”, por lo menos el nombre sí lo sabía. ¿Por qué le llamaban así? No tenía idea y dudaba que fuera un dato trascendental en su aventura.
Miró hacia arriba y vio la luz al final del oscuro pozo. Le parecía extraño que, por algún motivo, el final del pozo se veía mucho más lejos de lo que había bajado. Una ilusión óptica, de seguro…