Te invitamos a continuar o terminar esta narración que ha sido escrita entre Valentina Solari y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. El título que hay en el momento es provisional. Una vez sepamos el final de la historia, se lo inventaremos. ¡Participa e invita a tus amigos también! Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada o escribiendo a comiteeditorial@cuentocolectivo.com.
Dominic estaba sentado en el techo del tren, rodeado de azul y amarillo. Desde ahí sentía el cálido aire con fragancia de hojas secas en su rostro. Desde su punto preciso, alcanzaba a ver como los rieles se iban desvaneciendo, como si el tren se los estuviera tragando. Si intentaba mirar hacia atrás, solo podía ver la magnificencia de esa estructura de metal, pero no era fácil distinguir lo que la velocidad, o la variación de la distancia en función del tiempo, iba dejando en su camino.
Un concierto de voces, cuerdas, tambores y gaitas sonaba en su interior. En el exterior un cielo con nubes gloriosas, el sonido de la fricción del metal, campos, árboles, lagos, aves y el ardor en la piel por los rayos del sol, refrescados por el viento. Si hubiera podido, se hubiera quedado en ese lugar hasta llegar a su destino. Sin embargo, un túnel se aproximaba. No quería perder la cabeza, al menos no literalmente, porque la verdad era que la había perdido hace rato. Decidió entrar de nuevo al espacio reducido al interior del tren…