Te invitamos a seguir esta narración que apenas comienza. Una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos. El que hay en el momento es provisional. Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada o escribiendo a comiteeditorial@cuentocolectivo.com.
No le puse mucha atención cuando aquellas sabandijas murieron frente a mi puerta. Gusanos extraños, tan níveos que casi eran transparentes, con movimientos desordenados. Tampoco hice caso de los montones de sal que empezaron a aparecer fuera de las ventanas de mi casa. Pero las moscas en mi habitación comenzaron a preocuparme, no por alguna razón sobrenatural, sino porque no lograba encontrar razón a que tantas moscas entraran a mi habitación sólo parar morir en mi piso mientras que nadie más reportaba ver algo similar.
El sueño se hizo cada vez más difícil, no sé si por el aleteo de aquellas molestas alas de moscas recientemente moribundas. Se sentía como si la negrura de la noche empezara a tragarse mi corazón, como si mis pulmones se estrecharan cada vez más y me ahogara en mis propios miedos; miedos de los que sólo yo estaba enterado.
Aunque mi calidad de vida durante aquellos horribles días se vio mermada significativamente, nada se compara con aquella mañana en la que al despertar vi aquella figura negra, pesada, fuerte, que estaba sentada sobre mi pecho. Completamente adormilado, me habían vencido antes de siquiera de despertar. Aquella criatura antropomorfa no dejaba que ninguno de mis miembros pudieran moverse, ni siquiera hacer sonido alguno. Para cuando desapareció, después de casi media hora del silencio más aterrador en el que me he encontrado, supe que todo esto estaba muy por encima de lo que mi escepticismo pudiera enfrentar…