Sofá circunspecto

Te invitamos a continuar esta narración que apenas comienza. El título que hay en el momento es provisional y se lo inventaremos una vez sepamos el final de la historia. ¡Participa e invita a tu red! Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada o escribiendo a comiteeditorial@cuentocolectivo.com

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Eran las ocho de la noche cuando comencé a hacer mi rutina de ejercicios, algunos abdominales en la alfombra y luego flexiones de pecho, pero ese día me sentía particularmente cansado. Algo en la sopa, no estoy seguro, algo que me había dejado somnoliento toda la tarde. Después de hacer la primera ronda vi cómo se balanceaba un sofá a mi lado, como si tuviera el peso de una pluma.

Con gracia y agilidad se había despegado del suelo para columpiarse entre las dos poltronas de cuerina negra para ver televisión. Al ver esto uno de los floreros acudió al rescate, sosteniendo las pequeñas porcelanas de cisnes y niños junto a faroles que teníamos sobre una pequeña mesita al frente.

Traté de incorporarme, completamente consciente de que aquel bienintencionado florero no sería capaz de resistir la fuerza descomunal de una embestida del sofá. Siempre había guardado cierto recelo contra ese sofá, demasiado callado. Pero cuando traté de empujarme hacia arriba con las manos fue el suelo quien se quebró y descendió hasta veinte centímetros hacia los cimientos de la casa. No podía creer mi mala suerte, justo ayer lo había mandado a aspirar y ahora mi mano estaba atrapada entre el suelo despedazado y la alfombra completamente arruinada.

La maceta de begonias, después de un minucioso análisis, determinó que mi mano no saldría sin resultar lastimada por los escombros. Después de un par de intentos se vio obligada a llamar a los bomberos que parecieron completamente atónitos por la falta de compostura de los cuadros, que ahora 20 centímetros más arriba del suelo habían tomado aires de altura y se negaban completamente a permanecer en esta casa…

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