Cuento final
Como todas las noches, subió a su carro amarillo en busca de clientes. El trabajo no era lo que había soñado en la infancia, pero debía alimentar a dos hijos y una esposa. No fue un buen día, una pareja y tres borrachos fue lo único que consiguió en un día de muertos. Decidió probar suerte en el cementerio del sur de la ciudad. “Seguramente quedará algún visitante llorón”, pensó.
Al pasar el túnel vislumbró la silueta de una joven con un traje largo. Esa sería su gran oportunidad, al menos si no pagaba la carrera conseguiría compañía. Prendiendo y apagando las luces captó la atención de la mujer. Su rostro a penas se distinguía, pero lucía encantadora en aquella penumbra.
“Siga reinita”, le dijo mientras tenía un pie en el freno y su sonrisa de conquista. Ella subió en el asiento junto al suyo. Sus muslos torneados captaron su atención y en cada cambio de marcha ponía su mano en ellos. Un monólogo y las canciones de Julio Jaramillo era lo único que se escuchaba en el trayecto con rumbo incierto.
Cuando está llegando al destino, de repente vio su cara… era pálida y algo triste. Pero cuando la miró a sus ojos perdió el sentido. Despertó al día siguiente junto a una tumba, sin saber qué había pasado y sin ganas de leer el nombre en la lápida. ” ¡Una calavera, era una calavera!”, se dice. Luego de 20 minutos de camino, se santigua y prefiere continuar su trayecto con un nuevo pasajero y otra historia.