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Cuento final

Este cuento fue escrito entre Mayte García, David J. Skinner, Sandro Vergara y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Cómo te pareció el resultado?

En esta ciudad los habitantes no tenían nombres. No se llamaban Juan Pérez, Ricardo Luna ni Roció Rangel. Todos compartían algo en común y era que se comunicaban el uno con el otro y formaban uno solo. Estaba por ejemplo el ser Deseo, su interés era satisfacerse, buscaba placer, una, dos, tres, las veces que fuera. Intentaba siempre llegar a la cumbre de la satisfacción y siempre encontraba un amigo o vecino, alguien para lograrlo.

Vivía también aquí el ser Angustia, su miedo persistente contagiaba a todos los habitantes, iba y venia por toda la ciudad con ese desosiego constante. Al lado de él encontrábamos al ser Alegría, conocido entre todos los habitantes, popular y buscado siempre, dotando y alimentado sin medida. Así, cada uno de estos seres se juntaban, oponían, luchaban, pero siempre encontraban la manera más o menos adecuada de convivencia.

Sin embargo un día nefasto, el ser Violencia se apoderó de todos los habitantes, molestando continuamente a todos. El ser Paz intentaba (junto con otros seres) por todos los medios apaciguarlo o al menos controlarlo, pero era algo casi imposible. Hasta el ser Apatía buscaba desesperadamente calmar al ser Violencia.

Todos lo intentaban, excepto uno de ellos: el ser Caos. Éste, que no solía relacionarse con el resto, estaba bastante activo durante aquellos días: subía, bajaba, caminaba de un lado a otro. Incluso inició conversaciones con alguno de ellos, como el ser Angustia. Por supuesto, el creciente desorden producido por el comportamiento del ser Violencia hacía que las maquinaciones del ser Caos pasasen desapercibidas.

Y, entonces, ocurrió la desgracia. El ser Violencia dio instrucciones precisas: destruir a la ciudad vecina y apoderarse de ella. El ser Caos atacó primero, aventando una bomba de palabras hirientes sobre aquellos otros seres. A él le siguió el ser Agresión, también burlándose de las deficiencias y fallas que tenían, y para rematar el ser Apatía abofeteo con fuerza y desprecio a todos.

Los seres vecinos, cayeron uno a uno, era un espectáculo terrible. Por más que oponían resistencia, por más que negaban, se defendían y trataban de calmar al ser Violencia, todo era inútil. De pronto, desde un rincón, el ser Racional (quien había estado acorralado, debilitado y sometido también) se levantó y trató de detener todo aquello.

La ciudad que estaban atacando era la que más amaba, y sin embargo, debido a su debilidad la estaban destruyendo. Sabía que tendría que pedir ayuda, ya que últimamente perdía fuerza. Ya no era el ser que antes coordinaba a los demás habitantes. Debía hacer algo y pronto, antes de fuera demasiado tarde y terminara dañando a los demás y a sí mismo.

Tenía que volver a encontrar la manera de convivir de forma armoniosa con aquellos otros seres con los cuales habitaba en aquella peculiar ciudad. Tendría que encontrar la luz y claridad, sabia que lo lograría. Después de pensar por mucho tiempo, la Razón concluyó que para derrotar a la Violencia, en esta ocasión tendría que vencerla en su propio juego.

Para cumplir ese objetivo, convocó a la Traición, que también hacía parte del equipo de la Violencia. El plan era infiltrar a la Seducción en las reuniones que la Violencia, el Caos y el resto del equipo llevaban a cabo. La Consciencia estaría en comunicación permanente con tanto la Traición como con la Seducción en el transcurso del operativo, sobre todo para vigilar de cerca a la Traición.

Una vez la Traición logró infiltrar a la Seducción, el resto fue pan comido. Antes de un abrir y cerrar de ojos, tanto la Violencia, el Caos, como sus secuaces estaban hipnotizados con promesas de poder, dinero y sexo. Esto permitió darle ventaja al equipo de la Razón, quien aprovechó la distracción de sus opositores para irrumpir en el recinto, encabezado por la Ley.

Varias capturas se hicieron ese día y los nefastos personajes pasaron a manos de la Justicia, quien aplicó todo su juicio y severidad. Y una vez más, la Paz y la Razón fueron los líderes de estas misteriosas tierras.

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