Cuento en construcción
Invéntale un final a esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Antonia, Guadalupe Rosas Bárcenas, Eva Félix Páez y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos.
En una esquina de la Calle Florida, en Buenos Aires, Diego y Agustina bailan tango al ritmo de Carlos Gardel para ganarse la vida. Rebeca los mira. ¡Se ven tan bien juntos! Él se nota enamorado y ella no deja de seducirlo. Si Sandro la mirara así una sola vez… si pudieran sentirse tan compenetrados como se nota que están Diego y Agustina.
Es la música la que le da vida a esa historia. La ciudad parece ser cómplice de los pasos sin palabras y unos movimientos circulares donde los pies son el recuerdo de una caja musical del siglo XIX. Todo se fusiona con la noche, un momento, un segundo en el cual sus miradas se compenetran entre la atracción y la seducción. Argentina se paraliza con la imagen de Diego y Agustina y el eco lo transmiten a Rebeca, en un sueño que espera tener con Sandro.
En aquella esquina de suelo adoquinado, donde los contempla Rebeca embelesada, se escucha el tango “Palomita Blanca” que con entusiasmo y gran majestuosidad, como grandes bailarines renombrados, bailan Diego y Agustina. Ellos sueñan que esa esquina que los ha visto ejecutar sus bailes, es el gran teatro Colón, al que esperan llegar algún día. Por otra parte, ignoran la presencia de Rebeca, que con frecuencia acude a verlos e imagina que es ella quien se encuentra con su amado Sandro, seducida por el compás de las notas.
En su pensamiento se deja llevar por la voz cálida y romántica de Carlos Gardel…
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Y así se dibuja el panorama cada noche en la mística ciudad de Buenos Aires, una pareja baila y se enamora al compás del tango, la pasión se hace cómplice de Diego y Agustina llegando a la conquista del amor, otra día mas, la meta se cumplió. A pasos de ellos nace otro sueño, una mujer añora ese amor que en el baile cumplen, Rebeca enciende como todas las noches la esperanza de pasión con Sandro, que solo el tango puede provocarle
¡Palomita blanca! -vuela noche y día de mi nido en busca- y escribí en el cielo con sereno vuelo: “No te olvida nunca, sólo piensa en vos”… aquellas letras resonaban con la imagen tenue de Sandro, a terminado la pieza y ella sólo piensa en él; el amor suele ser como un buen tango, una pieza compleja de atribuibles movimientos, de bellos tonos pero que se disfruta mejor acompañado que sólo…
En ese mismo momento, a pocos metrso de ella, Beppe observa todo encantado. Esa esquina, el tango que entra en su alma de extranjero y le hace vibrar las cuerdas del corazòn. No se esperaba
viniendo de vacaciones, desde Italia, de encontrarse frente a estas sensaciones. Sus ojos eran todos para Diego y Agstina pero algo los dirijiò hacia otro lado, Rebeca. Quedo encantado, esos ojos apule, profundos….
¿Cuándo fue que perdieron la magia, esa complicidad que se nota en la mirada y en el roce imperceptible de la piel? Hace tánto tiempo que no sienten esa descarga eléctrica que deja el corazón acelerado y la mirada encendida…! El seductor susurro del bandoneón se acomoda en la sinuosa silueta de los bailarines. Rebeca se siente transportada por el ritmo del 2 X4 y mueve sus piernas imaginándose entre los brazos del bailarín. Entrecierra sus ojos para paladear aun más esa sensación vertiginosa y sensual de la danza. Se siente invadida de aromas a naranjos en flor, a patios con malvones y jazmines…Un empujón la sobresalta y la saca de sus sueños, mira el reloj y se da cuenta que otra vez llegará tarde a la oficina. Apura el paso y se pierde entre la multitud.