Continúa este cuento que tiene el título provisional “Irene”

Cuento en construcción

Este cuento lo pueden continuar con aportes de cualquier tamaño. La idea es hacer una secuencia de aportes y que el cuento final esté compuesto por lo menos por cinco de diferentes personas. Es importante estar pendiente de qué van comentando para saber por dónde va la secuencia. La frase inicial fue propuesta por Elena Vicente Mínguez.

Foto tomada de Flickr por Chatchavan

“Irene esta insertada en  uno de los múltiples semáforos instalados a lo largo de la vía ferroviaria Majadahonda-Puerto Príncipe. Ella era la luz verde, y lo que más le gustaba del mundo era guiñar su luz a los trenes”…

Comparte este publicación:

9 responses

  1. Pero aquel día se notó cansada, nunca había tenido esa sensación. Vio que a su lado, la luz roja se apagó. Era su turno. Debía encenderse y, alegremente, indicar al próximo tren de mercancías que aquella vía estaba disponible para él. Lo intento con todas sus fuerzas mas no logro ni un leve destello. Aquel día Irene no era capaz de brillar y no entendía el motivo.

  2. De repente se quedó mirando hacia el tren que llegaba y se dió cuenta que estaba perdiendo poco a poco el color amarillento que lo caracterizaba. Y no solo eso; sino que a lo largo de la estación los luminosos de las tiendas del interior y las luces de las oficinas se estaban volviendo grises.
    En un primer momento, quiso frotar su propio luminoso apagado para ver que se trataba de una impresión suya, pero se dio cuenta…

  3. de que la luz, su verde luz atravesaba en la tormenta. La tormenta que hacía deslucir cada una de las luminarias a su alredor. Irene se contuvo, contuvo aspirando desde el verde oscuro hasta el verde nilo y se dejó bcare en Egipto en el tranquilo sol de Egipto que la descansó agregándole a su verde luminoso un arenoso brío de historia. Irene, ¿que será de Irene? sin ella -pensó- la roja, que comenzaba ya, a extrañarla, mientras en medio de relámpagos, ella roja inundada, comenzaba a titilar. Irene, en un silencio desviado por el barlovento le envío el secreto , le dejó el secreto. Haz con él lo que te venga en gana -dijo-

    1. de que la luz, su verde luz atravesaba en la tormenta. La tormenta que hacía deslucir cada una de las luminarias a su alrededor. Irene se contuvo, contuvo aspirando desde el verde oscuro hasta el verde nilo y se dejó caer en Egipto en el tranquilo sol de Egipto que la descansó agregándole a su verde luminoso un arenoso brío de historia. Irene, ¿que será de Irene? sin ella -pensó- la roja, que comenzaba ya, a extrañarla, mientras en medio de relámpagos, ella roja inundada, comenzaba a titilar. Irene, en un silencio desviado por el barlovento le envío el secreto , le dejó el secreto. Haz con él lo que te venga en gana -dijo-

  4. En la zozobra que la inundaba y al no estar acostumbrada a otra cosa que no fuera la alternancia entre el rojo y el verde, siempre lo mismo: una secuencia tras otra, una mañana tras otra, un día tras otro; y comociendo el peculiar secreto que acababa de conocer, la roja comprendió que esa tormenta no era como las de otras veces, que algo especial la estaba dirigiendo, que la fuerza del secreto, era más de lo que suponía.
    De repente, al final de las vías…

  5. al final de las vías, formando parte del horizonte, el tren de mercancias se aproximaba renqueante lanzando destellos de auxilio con el foco de la locomotora.
    Su demanda de instrucciones al semáforo donde Irene residia, era una demanda inquieta. Por vez primera el semáforo no ordenaba parar, ni permitía pasar. Irene por vez primera en muchos años faltaba a su cita.
    Cuando los pitidos de la locomotora eran más insitentes, el maquinista pudo observar que todas las lentes del semáforo tomaban un novedoso color gris.Para su asombro también el foco del tren se cubrío de gris, Por eso al llegar a la altura de la señal luminosa el maquinista la interrogó:
    – ¿Qué me quieres decir?

  6. Sólo quiero decirte, que he encontrado el secreto del gris que nos está inundando, y aquello que parecía una tormenta sencilla, no es más que una tolvanera de verano en contra de los nombres que pretende modificar los carteles de las estaciones.
    -¡Irene! Únicamente podemos restablecer la normalidad si alguien cambia el nombre de las estaciones.
    De esa forma, el verde y el rojo volverán a sus códigos.
    Y así, el gris envolvente huirá de nosotros…
    A partir de ese momento los semáforos de la vía, Irene, incluida, enpezaron a formar parte de la “nueva” línea ferroviaria Majadapríncipe-Puertohonda.

  7. Se había conseguido lo más dificil, Cambiando los nombres de las estaciones se sucedieron en cascada una serie de cambios simultaneos. Así el tren, mole gris e incierta, destinada al transporte de mercancias, adquirió relumbrones de arcoiris y con ello también se tornaron multicolores los trenes de cercanías y desde idéntico instante, aquel conjunto de viajeros, abigarrados y sonmnolientos, cuya caraterística más notable hasta el presente era su consistencia gris e impersonal, se trucó en algo vivo, lleno de alma, capaz de sentir y hasta de pensar

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *