Cuento en construcción
Este cuento ha avanzado de esta manera gracias a los aportes vía Twitter de Hector Romero, Gladys Trujillo, Patricia Hernández, Patricia O y Cuento Colectivo. La idea es que continúen la historia en la zona de comentarios de esta página con aportes del tamaño que quieran. La etapa de construcción para este cuento está abierta de forma indefinida.
Aquella mañana era tan patética como cualquier otra. Doña Elvira barría la calle con su peculiar contoneo de adolescente. Barrer: la excusa perfecta para monitorear a las personas que sí tienen vida. Mientras lo hacía, alcanzó a escuchar una conversación de sus vecinos que se arrepintió toda la vida de haber escuchado. Era la voz de Dora, su vecina: “Ya me cansé de ese viejo, no me lo aguanto. Esta noche vertiré el veneno en su jugo de arándano”. Sin poder ocultar su nerviosismo, Doña Elvira dejó lo que estaba haciendo de forma abrupta y se encerró rápidamente en su casa.
Apoyada contra la puerta, sus pensamientos se arremolinaban en torno a una sola ídea: “¿Será que Dora al fin lo descubrió? ¿Será que la noche anterior no estaba tan dormida como él pensó y los escucho teniendo sexo salvaje en la cocina? Debe ser mi imaginación”, concluyó Elvira y se durmió tranquila esa noche. A la mañana siguiente la despertó la sirena de una ambulancia. Esa mañana era lluviosa. Con su mano limpió el vaho del cristal para poder ver cómo se llevaban a su amante. “Lo hizo”, pensó aterrada…
2 respuestas
Ese día estuvo todo el día nerviosa, ni siquiera salió como solía hacer cada mañana a barrer la vereda para entererarse de la vida de los demás; tenía miedo.
No podía olvidar que su mirada se había cruzado con la de Dora cuando se llevaban al marido y no sabe si fué fruto de su imaginación ó sus ojos realmente la miraron amenazantes.
Le llevó tiempo tomar la decisión de ir hasta la comisaria para contar lo que había oído el día anterior, cuando estaba a punto de salir el timbre de la puerta le hizo pegar un respingo; muy sigilosamente se acercó a la ventana para ver quien era, cuál fue su sorpresa cuando vió que era Dora.
Al ver que esta insistía no le quedó más remedio que preguntarle qué deseaba a través de la puerta.
— Hola Elvira, soy Dora. Quería saber si te ocurre algo ya que no te ví en todo el día. ¿Necesitas algo?
A Dora le suena muy raro que se interese por ella ya que nunca se destacaron por llevarse bien.
— Hola Elvira, no pasa nada, me levanté un poco resfriada nada más y como está tan feo el día me quedé en casa para reponerme pronto — le contestó tratando de aparentar mucha tranquilidad y distorcionando un poco la voz para darle más credibilidad a su gripe.
— Ok, cualquier cosa que necesites me avisas. Es suficiente ya con lo que le pasó a mi marido como para que le ocurra algo a alguien más — le dijo y se marchó.
Dora quedó espantada, las últimas palabras de su vecina le sonaron a amenaza por eso sin pensarlo dos veces tomo el teléfono para hablar con la policia pero el aparato se había estropeado, no tenía tono.
Tomando coraje se aprontó para salir, no sin antes ver por la ventana si tenía el camino libre; como no había moros en la costa salió a toda prisa para dar aviso a la policia, era tal su prisa que en la esquina tropezó con una persona que se le vino encima.
Aparentemente se trataba de un traunsente que le dijo unas cuantas palabrotas por su torpeza, ella no se detuvo y siguio tratando de conseguir un taxi.
A los pocos metros comenzó a sentirse mal y la vista se le empezó a nublar, ya a punto de parar un taxi se desvaneció; cuando despertó estaba atada de pies y manos en un lugar oscuro, desde algún lugar le llegaban voces.
— Muy bien realizado tu trabajo — era la voz de Dora.
— Fue el trabajo más facil y mejor pago que me tocó hacer en mi vida — le responde una voz de hombre.
Elvira abre los ojos como platos e intenta gritar pero el trapo que le tapa la boca se lo impide, había reconocido la voz del tipo con el que había tropezado en la calle y que la había insultado.