Este cuento fue escrito por Wendy García para Cuento Colectivo. Dinos como te pareció le resultado en la zona de comentarios de esta entrada.
2 horas desaparecida, refugiada en su habitación, desprendida totalmente del mundo, y con una leve melodía incorporándose en las partes más débiles de su cerebro que lograba estimular sus emociones. Atrayendo recuerdos, experiencias, sueños, ilusiones, y temores.
Se encontraba aturdida, recordando sus fracasos, sus malas decisiones, malos actos. Cae al abismo, aterrizando en un lugar nublado y con poca luz, caminando de espaldas brinca de un susto al sentir que no puede seguir. Retrocede porque algo se lo impide. Atemorizada, lentamente da la vuelta y encuentra una puerta con un cartel que tenía su nombre escrito. Desconcertada, sin entender que sucedía, y curiosa por saber que había detrás, decide abrirla rápidamente. Pero aún sigue sin entender que estaba sucediendo. Un sendero oscuro, árboles en el suelo, hojas marchitas, y todo muy tenebroso. Esto no puede ser real, ¿es una pesadilla? Se preguntó.– .–¡Emma! ¡Emma! ¡Emma!
-¿Si?
-Despierta, abajo preguntan por ti.
A 20 centímetros de altura para terminar de bajar el último escalón, fugazmente sin reconocer su rostro, una joven la abraza fuertemente y con una voz muy baja y entrecortada le dice:
-Mami, lo siento.
Sorprendida la mira a los ojos, su cuerpo a punto de desvanecer, emocionada, sin poder evitar el llanto, la toma fuertemente de sus brazos, temiendo perderla de nuevo.
-Solo vine por ellos, mamá. Exclamó la joven.
Emma, dirigiendo la mirada al su alrededor, observa que hay muchos familiares, amistades y desconocidos, con rostros muy afligidos. Intranquila, se acerca a ellos para averiguar que sucede.
Se estremece el lugar a gritos, Emma de rodillas en el suelo: “¡No, no, no, no, no!”, hasta desgastar su garganta. Le ruega desconsoladamente a Dios que le devuelva a sus padres. Enojada, reclama que necesita compartir más tiempo con ellos, le pregunta por qué siempre le arrebata a las personas que más ama, “¡me quitaste a mi hija, y ahora me quitas a mis padres!”.
Su hija, preocupada por el mal estado en que se encontraba su madre, la levanta del suelo y la lleva a su habitación. Acariciando con su mano la cabeza de Emma, le pide que mantenga la calma, que todo va e estar bien y que repose un rato.
Después de quince minutos de serenidad, Emma le pregunta a Hailey, su hija, si es cierto que solo vino por la muerte de sus abuelos. Hailey se levanta de la cama y toma un mueble que se encuentra al lado de la mesa de noche. Se sienta, agacha la mirada y le expresa:
-Te amo, mamá. Sé que no fue tu intención dejarme con mis abuelos para lograr éxitos en tu vida. Pero lo sentí como un abandono. Te extrañé, te perdiste muchas cosas de mí, mis ocurrencias, mi niñez, mis logros, mis momentos de felicidad. Momentos que quería compartir contigo como lo hacían mis compañeros. Pero solo preferías tus reuniones sociales, tu trabajo, tus viajes y tus novios. Te acostumbraste tanto a estar sin mí, a no sentir una responsabilidad, te acostumbraste a una inestabilidad que no te permitía tenerme contigo. Sufrí mucho, a veces quisiera que el tiempo retrocediera y que la historia fuera diferente. Pero tú nunca hiciste el intento para cambiar de carril, estabas en una carrera y de seguro no sabías cuál era la meta. Porque ahí estás, sola y sin nada. Pero ya no importa mamá, mis abuelos están muertos, no te alcanzó el tiempo para compartir con ellos. Y yo ya crecí. Crecí arrebatando cada obstáculo de mi vida con lo único que me enseñaste; ser fuerte e independiente. Esa frase ha permanecido en mi mente constantemente y de una manera me ha ayudado superar miedos y emociones.
Emma, triste, con dificultad para hablar, manifiesta que lo siente, que nunca quiso hacerle daño, y que la ama. Hailey se levanta del mueble, le da un beso en la frente a su madre y sale de la habitación. Después de un día tan agitado, Emma queda somnolienta.
De repente se encontraba de nuevo en frente del sombrío camino. Pero está vez, centra su atención en una insignificante planta que estaba naciendo al pie del sendero. No podía justificar cómo había vida en un lugar tan aterrador como ese. Decide sentarse junto a ella, y observa muy detalladamente que del pequeño tallo, crece una diminuta flor que solo se podía admirar de cerca. En ese momento ella entendió. No importa que tan oscuro y tenebroso sea el sitio, siempre queda una oportunidad para sobrevivir y recuperar lo perdido. Nunca es tarde, para a hacer del otoño una primavera.
-¡Emma! ¡Emma! ¡Emma!
-¿Si?
-Hace un momento te dije que abajo preguntan por ti.
Emma se sobresalta, arroja los auriculares y corre por las escaleras. Revisa toda la casa, no ve a su hija, no ve a sus padres y no ve a sus familiares. La esperaba su amiga Annie, quien había quedado en pasar por ella para dar un paseo. Y de repente, un llanto. “¡Mami!, mami! Emma, angustiada, sube apresuradamente a su habitación… era Hailey. Emma se había atemorizado tanto, que cuando salió de la habitación no se percató que su bebé de 2 años estaba durmiendo a su lado. Llorando de felicidad, levanta a su hija, la abraza, y promete nunca soltarla.