Te invitamos a continuar esta narración que apenas comienza. El título que hay en el momento es provisional y se lo inventaremos una vez sepamos el final de la historia. Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada o escribiendo a comiteeditorial@cuentocolectivo.com.
Ignacio Amaranto Rosalba era, para muchos, el chef con mejor gusto de toda la ciudad. Era también, como muchos de sus compatriotas, amante del fútbol. De alguna forma u otra, Ignacio Amaranto sentía que sus platos no estaban quedando como antes. Esto, a la vez, coincidía con una mala racha de los jugadores de sus país en sus respectivos clubes.
“Falta de continuidad”, mencionaban algunos medios, “carencia de disciplina e inmadurez”, decían otros sobre los jugadores de la selección nacional. Ignacio Amaranto era lo suficiente inteligente para no creer en generalidades y en estereotipos, pero la realidad, era que las piedras que recibían sus jugadores favoritos, también las recibía él, más que todo porque se identificaba mucho con sus penas.
A él en particular, no le había tocado fácil en la vida. Había logrado poner a funcionar su restaurante con su propio sudor y determinación, cuando él no tenía mucho por comer ni gastar. No obstante, tras lograr una cierta cantidad de reconocimiento, que a la vez vino acompañado de dinero, sus platos sencillamente no eran los mismos.
¿Será que él también sufría de la falta de constancia de sus héroes en la cancha?…