Te invitamos a continuar esta historia que apenas comienza. ¡Participa e invita a tu red! El título que hay en el momento es provisional y se lo inventaremos una vez sepamos el final de la historia.
Yuma ya había caminado dos mil setecientos cuarenta y un pasos desde la casa de su amigo Renzo, con su bastón. Aunque el sol brillaba, la temperatura era bastante baja y Yuma estaba ansioso por llegar a su apartamento. En una de las esquinas, sintió el calor de los rayos del sol. La sensación era intensa, estos rayos, que se colaban entre dos rascacielos, eran los más potentes que había sentido en toda su larga vida. Buscó con su bastón el desnivel en la calle, los carros pasaban cerca, pero los escuchaba a una distancia segura. Se sentó en la acera… este lugar era confortable…
Una respuesta
El cálido abrazo de los rayos del sol lo compulsaba a permanecer ahí. Los carros pasaban cerca, peatones caminaban, conversaban entre ellos.
“Hola, señor… ¿se encuentra bien?”, preguntó un transeúnte, al que llamó la atención la escena, desde lejos. “¿Necesita ayuda? ¿Tiene adonde ir?”
“Muchas gracias por la preocupación, hijo, tienes un buen corazón, pero no necesito ayuda. Donde estoy, estoy perfecto”…