Te invitamos a continuar esta narración que apenas comienza. Hasta el momento ha sido escrita entre Héctor Cote y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. El título que hay en el momento es provisional y se lo inventaremos una vez sepamos el final de la historia. ¡Participa e invita a tu red! Puedes hacer tu aporte en la zona de comentarios de esta entrada, después de haberte registrado en nuestro portal.
Al principio asusta, pero después de unos instantes acepté con tranquilidad la situación. Todo parecía un poco más borroso de lo que lo recordaba, los aromas se habían ido por fin y el ruido también había desaparecido. Por primera vez en mi vida sentía realmente la quietud.
Caminaba por el tejado de mi casa, mientras a mi derecha me acompañaba una entidad que no podría definir con ninguna certeza. Más allá de la confianza que me generaba su compañía, no tengo ningún recuerdo de ella. Desde aquel tejado y a través del espacio que el jardín interno de la casa tenía, pude verme a mí mismo recostado sobre la cama, a mi abuela en la habitación del lado y a nuestros dos perros que parecían algo inquietos, olfateando y mirando hacia el vacío. Estaba a punto de partir cuando el ser que tenía al lado me detuvo. “¿Está listo ya?” me preguntó, “por supuesto que sí, he esperado esto toda mi vida”.
El viaje astral fue mucho más complicado de lo que hubiese imaginado, no estaba preparado para la cantidad de peligros y dificultades que surgieron. Pero nada me causó más impacto como cuando me encontré con mi padre, allí, en la laguna transparente donde se ahogó. ¿Acaso de esto se iba a tratar esta prueba? Esperaba que así no lo fuera, porque nada fue más duro que ver sin vida a un hombre honorable, que con su sola presencia lograba calmar a las personas. Supongo que fue irónico que su adiós tuviera que ser a cajón cerrado.
“Hay que seguir”, dijo el ente…