Cuento escrito entre Gina Tovar, Elvira Zamora, Cami Carrillo, Valentina Solari y la edición de algunos miembros del Comité editorial de Cuento Coletivo.
Sus pies se apoyan en el piso, sus piernas se enderezan, su mirada se levanta, no hay un punto fijo donde observar. Una vez más repite sus acciones. Su mirada siempre recorre el lugar tratando de encontrar un espacio donde su cuerpo se sienta a gusto. No lo encuentra. Corre hacia el baño, cierra la puerta, se derrite en el piso. Sus lágrimas bajan de sus ojos, su alma desaparece, es un cuerpo vacío, es un espectador del momento.
Esa melodía nostálgica sube por sus pies y envuelve su cuerpo. Busca la nada, pero la nada es lo que no conoce, ni tampoco el todo. Levanta su rostro y allí está. Ella quien respira suavemente, ella quien la observa detenidamente. Ella, la única entendedora que incompleto es la nada. Sus ojos comprenden entonces que se encuentra en el lugar donde su cuerpo está a gusto, acepta las sutilezas de los vacíos y el silencio de su alma. Ese silencio que la hace espectadora de su mundo, sin derecho a entender, porque sólo las explicaciones no bastan.
Su cuerpo sigue estando vacío, pero entiende que ese es su lugar. Sus pies se apoyan en el piso, sus piernas se enderezan, su mirada se levanta, no hay un punto fijo donde observar. Se desnuda frente a su incompletitud, desafiando la nada, abismando el abismo. Levanta el rostro, se ajusta el mechón de su pelo. Se escudriña frente al todo. Trastabilla. Vuelve al preciso lugar donde comenzó todo.
De repente escucha una melodía clásica que no sabe de donde proviene. La música es hermosa y despierta en ella sentimientos que se había olvidado que podía sentir. Se levanta de su posición habitual y de forma espontánea se comienza a mover al ritmo de la melodía. Por unos segundos esa nada se desvanece y la música es lo único que importa. “La vida sin música no valdría la pena”… Nietzche lo dijo bien.
Dentro de ese trance, donde invocaba a todas las imágenes femeninas que dormían dentro de ella, pudo entender al compás de las notas que la vida coloreaba todos los espacios de manera única. La vida sin música no valdría la pena, la vida sin sonrisas no valdría la pena, la vida sin lágrimas no valdría la pena, la vida sin guerras que luchar no valdría la pena. ¿Qué es la vida?
Esta discípula de Afrodita, Hera, Gea, Atenea, no lo sabía… pero en ese momento no le importaba.