Esta historia fue escrita entre Moonish June, Marian Arija y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Te gustó el resultado? Tu retroalimentación es importante.
Un paso sencillo, pero escabroso. El mero hecho de enfrentarme a su altura me hace caer de vértigo a sus pies sobre la tierra. Aquel monigote de Klee hecho hombre y que compite con la fuerza del aire para hacerse un hueco en el espacio, solo puede imaginarse sobre el papel como ejemplo de su trabajo. Hace dos meses visité su exposición en la que se mostraba el planteamiento de sus lecciones como maestro, bocetos de una idea sobre muros de pladur que falseaban por un tiempo la original disposición de aquella sala. Vi el boceto de un hombre subiendo una escalera ejerciendo de contrapeso a su propio movimiento. No imaginé que dos meses después fuera a verlo en la realidad, a mi paso por aquel lago. Yo soy el monigote que se aferra a la frágil estructura.
Me levanto de nuevo y me mido con los primeros peldaños, solo una zancada de gigante conseguiría escalarla, pero yo soy pequeño. La escalera se alza frente a mí en una suerte de ramas que tienden al infinito. No sé quién la ha dejado caer del cielo. Ya no me cabe duda de que se halla suspendida en el vacío sin que su base esté enterrada en el suelo. Guarda un equilibrio con su propio entorno y yo soy su única referencia. La tersura del agua que hace de testigo, el horizonte plano y desconocido, el sol que ilumina pero no aparece, todo ello es parte de la masa compacta que la sostiene.
Yo soy su referencia y su desequilibrio, por eso no intento escalarla, a pesar de su atractiva novedad y de la expectativa de cambio que genera en mi alma. El vértigo apaga mis ganas y me detengo frente a ella, con la mano apoyada sobre su débil estructura como para sentirla siquiera. Soy un monigote que no compite con la fuerza del aire por lo que no encontraré mi propio hueco en el espacio; Klee, seguramente, no tomaría ejemplo de mis actos.