Cuento en construcción
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2 respuestas
Esperar toda la vida a alguien. Así lo hacía Mateo cada tarde de viernes en un faro abandonado en medio de la mar. Estaba tan seguro que una tarde llegaría su amada Eleonora, que viajaba hasta ese lugar a esperarla desde hace cinco primaveras.
Esa tarde, el lugar parecía más frío de lo normal, sin embargo, la ansiedad por que esa tarde, por fin, llegara Eleonora le hizo que esperara hasta que el reloj marcara las 5 de la tarde. El cielo anunciaba una tormenta, pero el joven no quería irse del faro, así que esperó hasta que la lluvia se disipara.
El clima es impredecible. El sol no se dejaba ver y las olas se tornaban violentas contra ese faro, como culpándolo de algo.
Se dieron las cinco y las olas del mar eran más grandes que la esperanza de Mateo en que llegara su musa.
Aquel muchacho salió a la puerta del faro que estaba en dirección hacia el norte. Parecía que la tormenta se disipaba poco a poco… vio un pequeño barco con una bandera blanca.
Ahí, venía sentada una mujer hermosa, de pelo castaño y rizado, piel blanca. Mateo sabía que era ella, porque el corazón se lo dijo: latió más fuerte y las ansias por besar se lo anunciaban.
La mujer llegó, subió las escaleras de madera y llegó hasta aquel cuarto que se había convertido en el segundo hogar de Mateo.
Él la vio, ella lo amó y corrió hasta él… el beso o los besos fueron eternos.
De nuevo, el cielo parecía anunciar otra tormenta; pero qué importaba, si ambos estaban en ese faro, mientras la lluvia arreciaba en el mar.
Mateo estrechó a Eleonota en sus brazos, queriendo llenar las ausencias acumuladas con la calidez de su cuerpo… Más no sintió ternura en su regazo. De pronto fué como si hubieran borrado, una a una, todas las ventanas del faro. Un vendaval de miedo se esparció por la estancia. ¿Y si no es Eleonora? ¿Y si estoy viéndola en mis sueños? ¿Y si la pierdo de nuevo?