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Cuento Colectivo® es una marca de Inteligencia Colectiva S.A.S. Fue fundada por Jairo Echeverri García, soñador despierto y contador de historias incansable.
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3 respuestas
Quién diría que gracias a una lluvia ácida era todo lo que necesitó para salir del encierro de las páginas. Esquivo la alcantarilla, y salió caminando.
Acababa de terminar su obra maestra, la novela que la llevaría al estrellato, por la cual la reconocerían como se merecía. Las ansias por enviársela a la editorial eran incontrolables. No importó la gran nube negra sobre la ciudad y el par de truenos que ya habían sonado. Agarró su paraguas, metió las páginas argolladas en una bolsa de papel reciclado y tomó su camino. Su plan era empacar las páginas de manera apropiada en la agencia de correo, teniendo en cuenta que no tenía la papelería oportuna en su hogar.
Todavía faltaban unas cuantas cuadras para llegar cuando, como era de esperarse, empezó el diluvio. Tenía un cigarrillo en una mano, el paraguas en el otro, junto con la bolsa y su novela. En medio del afán por llegar rápido a la agencia de correos, la preocupación por no mojarse mucho y las múltiples cosas que cargaba, no notó que su bolsa estaba mucho más liviana…
Como era de esperarse su novela ya no se encontraba con ella, la había perdido en aquella calle repleta de charcos. ¿Cómo no lo había notado? Como había descuidado tan fríamente a su obra maestra, a la creación de sus entrañas, aquella por la que tanta angustia y placer había sudado. Quizás porque en verdad aquel escrito tan preciado en el que tanto había trabajado en verdad no era tan importante. Solo había sido un desahogo, un desahogo que en verdad no valía la luz, porque en el fondo ella sabia o imaginaba que no era tan buena escritora entonces lo mejor era auto boicotearse, haciéndose la distraída en su forma de actuar. Aquella no era la primer obra que perdía o dejaba olvidada en algún sitio, o quemaba por producto de alguna distracción. Ella enverad solo escribía sus verdades para canalizar su vida, para su propia catarsis. Pero en el fondo no quería ser una escritora conocida. Solo escribía para no morir, el día que ya no pudiera hacerlo se daría cuenta de que al fin todo estaba acabado.