Cuento en construcción
Regla: Con aportes del tamaño que les parezca, continúen esta narración. La idea es que el cuento final de este ejercicio esté compuesto por, por lo menos 5 o 6 usuarios de Cuento Colectivo. Es importante estar pendientes de los comentarios que van haciendo los usuarios para saber por donde va la historia. Cuando en Cuento Colectivo consideremos que se acerca el final, avisaremos para que los aportes sean conclusiones al cuento.
Eran la 1:30 de la madrugada y Ezequiel continuaba sentado, trabajando en su computador, terminando tareas pendientes. Las últimas dos semanas habían sido una locura, en su agencia lo estaban llenando cada vez más de trabajo y un proyecto personal que quería sacar adelante lo más pronto posible, con la esperanza de emanciparse de una vez por todas de su tedioso trabajo de oficina, lo obligaban a quedarse trabajando hasta altas horas de la noche. De repente Ezequiel se quedó mirando la pantalla de su computador, analizando la tabla de ingresos y egresos de su compañía, pero no sabía cuál era el paso a dar después. Sus ojos ya estaban rojos y cansados de estar prácticamente todo el día sentado mirando la pantalla de su ordenador, y estaba experimentando un bloqueo mental. “Necesito un clon” pensó “creo que ni así me alcanzaría el tiempo”. Se levantó de su silla y caminó hasta el balcón de su casa para tomar aire fresco.
Esta era una casa vieja, había sido construida por lo menos hace 50 años, pero el buen gusto de Ezequiel al escoger sus muebles y decoraciones, más algunos arreglos que le había hecho, le daban un aire bohemio a su morada. Esa noche el viento tenía más fuerza de lo normal, originando todo tipo de sonidos tanto de los árboles como de la casa misma, entre otras cosas. Ezequiel nunca había sido supersticioso, no se puede serlo viviendo solo en una casa vieja a dos kilómetros del vecino más cercano, pero esa madrugada mientras caminaba al balcón de su casa, sentía como si alguien lo estuviera vigilando…
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Al salir al balcon, tomo la baranda de las dos manos, la apreto fuerte y cerro los ojos por un momento. Se tapo su cara con ambas manos por unos segundos, estirando todo su cuerpo con intencion de liberar un poco el estres acumulado de hace ya mucho tiempo. Prendio un cigarro, aspiro fuertemente y sintio como el humo pasaba por su garganta. Sintio que se calmaba un poco, pero seguia sintiendo esa fuerte sensacion de desespero. Empezo a cuestionar, si estaba haciendo lo correcto, si habia hecho las decisiones correctas. Necesitaba ese “clon”mas que nada en este momento. Pensaba en ese momento cuando opto por esa carrera, penso en todo los consejos que habia escuchado, penso en cada detalle de su vida que lo habian llevado a ese preciso momento. Aquel momento parado en su balcon , solo en la noche, cigarro en mano sin nadie alrededor por kilometros a la redonda. Su unica compania era esa casa vieja y fria. De repente sintio una corriente fria por la espalda. Habia percibido un movimiento dentro de la casa, y sabia que todo estaba cerrado. Habia la posibilidad de que no estuviera solo en la casa.
“Hola? Quien esta ahi? hola” entro diciendo Ezequiel a su casa. No hubo respuesta alguna. Mientras revisaba cada rincon de su casa con su mirada se dirigia hacia el escondite para su arma. La agarro y lentamente miro cada rincon de esta pero no encontro nada, el unico lugar que le faltaba por revisar era su closet y de alguna forma percibia que algo estaba alli adentro. Se acerco con lentitud al closet y apenas abrio la puerta un gato le brinco encima, haciendo que un disparo saliera del revolver de forma accidental. El gato, que tenia una especia de enfermedad en la piel, se monto en una ventana y salto fuera de vista. “Pude haber muerto”, penso.
Se quedó, quieto. Mudo. Espantado de su espanto. Un gato con la piel dañada: Menudo fiasco- se dijo- . Caminó a tientas por el salón en penumbras. Se preparó una “agüita de Melissa” .Se apoltronó en su anquilosado sillón caoba. Agarró ese libro releído desde que era un adolescente y se dispuso disfrutar la lectura de frente al parque con su arboleda, tan solo franqueada por el ventanal que lo mantenía cálido y tranquilo en esa vestusta casa. Mientras el libro se iba tiñendo de Cortazar, quien repasaba una vez más aquella historia: un hombre sentado en su cómodo sillón eternizando los parques en la continuidad de aquella antigua casa.
De repente Ezequiel empezó a sentir una rasquiña en los brazos, después en la espalda, después en la cara… se estaba esparciendo por todo su cuerpo. Corrió hasta el baño para mirarse en el espejo y tenía ronchas por toda la piel, una especie de reaación alérgica. Cuando salió del baño, notó que las paredes de su casa derramaban sangre. “¿Qué me sucede?” pensó. Enseguida agarró su teléfono y llamó a su amigo Vicente Forzoli que era médico. Timbró varias veces y nadie contestó. Ezequiel, desesperado y muerto del susto lo intentó una vez más. “¿Quién es?” contestó Vicente con voz de dormido. “Vicente, hermano, es Ezequiel, tengo algo en la piel y además estoy viendo cosas, lo que sea que tengo me está afectando los sentidos y…” en ese momento Ezequiel soltó un grito. “Y… y te había dicho alguna vez lo buena que está tu esposa y lo mucho que detesto tu actitud arrogante y visión cuadriculada maldito charlatán”. Ezequiel comenzó a reirse de forma desenfrenada. “Ya salgo para alla” contestó Vicente. Ezequiel continuaba tirado en el piso muerto de la risa.
– “Eres un fracaso, Ezequiel -decía-. Tantos años perdidos, de promesas personales aplazadas”.
¿Se burlaba ahora de él mismo?
– “¿Soy quien ríe? ¿Soy yo, además, el motivo de la risa? ¿Es esto lo que he hecho de mí? ¿un sujeto de mofa para aquel hombre que quise ser… para aquel hombre que debería ser?”
La risa -su risa- atropellaba la angustia -su angustia- y la vergüenza por los fracasos, por los días de monotonía, por las horas extra en la oficina, por los malos salarios, por el silencio tras el que escondía la incomodidad, por el proyecto personal inconcluso.