Cuento final
Este cuento fue escrito entre Sebastián Andrade, Sandro Vergara, Vicente Bloise y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Cómo te pareció el resultado?
Falta poco para que empiece su función y a lo lejos la observa. Su gracia es infinita y la música acentúa su belleza. Las acrobacias que lleva a cabo comprueban su flexibilidad y el resultado de horas y más horas de práctica. Ese resultado también es notorio en su bien definido cuerpo.
Si tan sólo fuera suya, daría todo por que lo fuera. ¿Soñar no cuesta nada cierto? Suspira resignado y reza: “Si fuera mía no te volvería a pedir nunca más nada. Sería incluso capaz de despojarme de todas mis pertenencias. Nada más importa, sólo ella”.
“Por favor un gran aplauso para la bella y seductora Isabela” dice el presentador. “Y ahora, prepárense compañeros, para presenciar algo que no han visto nunca antes. El espeluznante, abominable… con casi tres metros de altura. ¡Les presentamos señoras y señores a Jack el gigante!”
Jack lleva a cabo su show como es usual, asustando a adultos y haciendo llorar a más de un niño. “No se preocupen gente, a pesar de su horrenda apariencia, este gigante es inofensivo” dice el presentador, miren como juega con su mejor amigo, Harry, el enano.
Entonces sale Harry disfrazado de payaso y Jack lo agarra por la parte de atrás de su camisa y lo sube hasta su hombro izquierdo. Cuando Harry, como un ratón, se escabulle de un hombro hacia el otro y de ahí hasta dentro de la camisa de Jack, haciendo que Jack lo persiga como loco, todos en el público mueren de la risa.
“Ya es hora de que superes ese amor platónico” le dice Harry a su amigo, mientras ambos se fuman un cigarrillo en uno de los establos, un par de horas después de la función. “Es hora de que te bajes de esa nube amigo, perdóname que te lo diga. Ese tipo de mujeres sólo responden al dinero, la fama o a un tipo con dotes excepcionales. Creo que en ninguna de esas encajas”.
“Tal vez no pueda ofrecerle ninguna de esas cosas que mencionas Harry, pero lo que sí puedo ofrecerle, es un amor incondicional como el que nunca nadie se lo ha dado” responde Jack. “Del amor no se vive amigo…” comenta Harry.
Una noche, Jack estaba teniendo dificultad para conciliar el sueño. Su carpa quedaba muy cerca de la de Isabela y muchas veces Jack incluso podía escuchar cuando estaba con sus amantes. La razón por la cual Jack no podía dormir era que Isabela estaba demorando en llegar esa noche de viernes.
Entonces la escuchó entrar… y no estaba sola esta vez. Los sonidos de besos y palabras de pasión llenaron el corazón de Jack de envidia. Fue entonces que se puso su almohada encima de su cabeza para no escuchar más.
Tras unos quince minutos, quitó la almohada, pero ya no escuchaba gemidos ni nada parecido. Ahora lo que escuchaba era a una mujer llorando y un hombre gritando “prostituta, eso es lo que te mereces”. Jack entró a la carpa y encontró a un hombre golpeando a Isabela. Una inmensa ira cegó a Jack.
La golpiza que se llevó aquel hombre, acabaría con su vida. Cuando Jack se calmó, tenía las manos ensangrentadas y había un cadáver con la cara irreconocible en el suelo. “¿Qué has hecho Jack?” dijo Isabela con la cara roja de los golpes.
“Te salvé de la muerte”, respondió un satisfecho Jack. Sin embargo, Isabela reclamó de inmediato. “Si de verdad querías hacer algo bueno por mí no debiste asesinarlo. No eres nadie para quitarle el derecho a vivir, por eso te odio aún más que a él”, dijo con lágrimas en los ojos. Jack sintió las palabras de Isabela como un duro golpe en el corazón. “Fallé una vez más, no te puedo tener”, dijo con la voz quebrada.
“Nunca seré tuya. Entiende que no eres mi tipo de hombre. Necesitas ayuda profesional”, sugirió Isabela. De pronto, Jack la tomó por el brazo fuertemente. “Dame una oportunidad”, dijo . Isabela guardó silencio. Llegó la policía y detuvieron a Jack gracias al llamado del presentador del circo, quien escuchó la discusión a lo lejos. Jack llegó a la cárcel y tras salir, continuó con su vida en otro circo, que lo alejó de su amada acróbata Isabela, una mujer que tuvo que aprender a volver a sonreír desde las alturas de su trapecio.