Cuento final
Esta historia fue escrita entre Nate River, Alejandra Arroyo, Iris, Alda Suárez, Enrique Castiblanco y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¿Cómo te pareció el resultado?
Las formas se desdibujan. Los colores se entremezclan en una orgía supra sensorial. La realidad, colapsa sobre sí misma… y sobre mí. Siento que puede aplastarme sin problema alguno. Sin remordimiento, ni conciencia. Puede obliterar cada pequeña fracción de mi existencia, y estoy bastante seguro que la realidad no perdería nada.
En el más febril de los anhelos, me vuelvo uno con el universo. Eterno, infinito, inmortal. Parpadeo, caigo en verdadera conciencia acerca de lo que estoy haciendo. En plena contradicción con mis movimientos, mi mente escupe vehemencias, grita hacia mi interior: “No deberías estar haciendo esto. Al menos, no de esta manera”. No debería escapar. Pero la mano ya está repartida, y me toca jugar.
Una sola cosa es cierta: él está a mi espalda y me necesita. Mi compañero más fiel, aquel que con actos simples y un incomprensible idioma, habla más claro que cualquiera de mi especie. Él huirá conmigo, y nos entregaremos a lo oscuro de la carretera. A lo oscuro del futuro.
Aunque la aventura que emprendo me genera dudas y miedo, sé que debo emprender el viaje cósmico que me llevará a la eternidad. Mi compañero y yo trascenderemos el fin del mundo y descubriremos el secreto. Sé que estamos solos en esta misión, pero la aceptamos. Fuimos elegidos y estamos preparados para enfrentar los peligros que implica.
El camino se abre ante nosotros, da mil vueltas y la gravedad pierde todo sentido. Desde que me decidí a emprender este viaje siento que han pasado mil lunas, que he cruzado mil galaxias y que del hombre que fui ayer solo queda su nombre escrito en un papel.
Las imágenes indefinidas que aparecen frente a mí van tomando un sentido, es la realidad que ahora me abraza y me lanza hacia un universo lleno de posibilidades. El riesgo tomado a cada kilómetro nutre mi decisión de seguir, de no temer a lo incierto, de ser sin pretender y entregarme al viento.
Por fin algo tangible aparece en la distancia, mi espíritu se reconforta y me obliga a detenerme. Necesito un vaso de agua y algo de comer, mi cabeza da mil vueltas. Mi fiel amigo ha sostenido mi último gramo de conciencia. La atmósfera de este sitio me eriza todo el cuerpo y, por más que me esfuerzo no logro ver el rostro de ninguno de los comensales. Eso me aturde, pero camino con seguridad intentando encontrar un rostro al que enfrentarme
Sin embargo, hay algo de familiar en el ambiente, las imágenes se estabilizan y tengo un sentimiento inexplicable de haber encontrado el lugar ideal. Puedo ver que mi fiel compañero coincide conmigo. Pago mi habitación y me instalo en el lugar con la intención de quedarme ahí por máximo una semana. Lo que en ese momento ignoraba, era que de este lugar no me desprendería jamás.