Esta reseña fue escrita por Marcos García y surgió a partir de este foro en el cual la idea es escribir de qué forma te influyó la obra de Truman Capote. Todavía puedes hacer tu aporte en el foro.
Fue precisamente este verano cuando conocí la obra de Truman Capote. En un curso llamado “Periodismo, crimen y literatura” su obra “A sangre fría” fue protagonista y el epicentro temático. Nos contaron que Capote es considerado pionero a la hora de crear la novela de no ficción, y que precisamente la clave de que se le atribuyera a él y no a otro – Larra ya escribía cosas parecidas a comienzos de siglo – es que buscó esta fórmula y le dio nombre y apellidos. Su peculiar forma de investigar el caso y su relación con uno de los dos asesinos hizo que inevitablemente me picara el gusanillo y me dispusiera a leer el libro.
He de decir que colmó mis expectativas, gracias en parte a una traducción muy pulcra que cuidaba hasta el detalle el trabajo pormenorizado del escritor norteamericano. Casi un mes después de haber terminado la lectura, la sensación que me deja en el paladar es que se trata de una novela tan trabajada como interesante. Se me ha quedado un recuerdo que me indica que la redacción de Capote buscaba una descripción precisa de todo el ambiente, sin buscar florituras pero con un léxico envidiable. Cuando lees “A sangre fría” percibes la llanura americana, conoces a sus gentes y sus ambientes, y esto solo es posible gracias a una habilidad muy trabajada del escritor.
A mí consiguió embaucarme en lo que creo que fueron sus dos principales pretensiones. La primera se trata de algo tan simple como disfrutar de una puesta en escena maravillosa de alguien que se nota está acostumbrado a escribir como periodista y como novelista. La segunda, que la considero la primordial y que le da sentido a todo el proceso, es la contraposición de la vida norteamericana. Por un lado nos encontramos a la familia Clutter, que a ojos de todos (en realidad no es oro todo lo que reluce) es idílica, rica y religiosa. Son un referente en el pueblo en cuanto a comportamiento y civismo. Por otro lado, los asesinos, dos personas que Capote se encarga que conozcamos a fondo y sean mucho más que dos simples matones.
Sin justificar en ningún momento el crimen, vamos percibiendo como el posicionamiento social es algo muy relativo y que no funciona a la hora de analizar a un ser humano. Nos encontramos con uno de los dos protagonistas, que es mucho más que un asesino. Se trata de un hombre marcado por los acontecimientos, y que es evidente que no ha sabido decidir ni ser fuerte a la hora de elegir lo recomendable y lo desechable en su vida. Sin embargo, y a pesar de unas contradicciones internas y graves trastornos emocionales y psicológicos, Perry es un hombre cultivado o que al menos tiene grandes pretensiones en este campo. Vemos la importancia que tiene en uno mismo la base, es decir, la infancia, el amor y el trato recibidos a la hora de salir y enfrentarse al mundo.
Otro elemento reseñable es la incidencia que tiene en un lugar como este pueblecito de Kansas un asesinato de tal magnitud. La vida cambia por completo para todos y cada uno de los ciudadanos, y no es una exageración. El miedo y la sensación de peligro tardan en irse del lugar incluso con los asesinos atrapados. Capote consigue transmitir esa inquietud y ante todo una desconfianza brutal entre vecinos que desemboca en que todo el mundo es sospechoso y la convivencia se vuelve insoportable. En definitiva, una historia que merece la pena leerse y un documento muy valioso para cualquier lector, que se convierte en reliquia para aquel que pretenda dedicarse al oficio de escribir.