Este cuento fue escrito por Marlene Arias con base en la imagen. El título, cuyas palabras aparecen en el cuento, fue escogido por Cuento Colectivo. ¿Cómo te ha parecido el resultado? ¡Tus comentarios son esenciales!
Sabia que estaba vivo, porque su corazón todavía latía como cuando era joven, porque sentía hambre, sueño y frío. Pero era consciente que se había vuelto invisible para todos. Hablaba y no lo escuchaban, pedía y no le brindaban. Que diferente era cuando trabajaba y aportaba todo en el hogar. Los hijos pequeños lo abrazaban, lo mimaban, reían y jugaban con el cuando llegaba del trabajo y hasta el perro meneaba la cola y daba vueltas por todo el lugar.
El guiso que preparaba su esposa emanaba un delicioso olor que invadía todo el ambiente, invitando a sentarse en la mesa de blancos manteles y flores frescas. Hoy, estaba viudo, sus hijos se habían ido a buscar futuro y sus nietos tenían escuelas nuevas lejos de allí. Su casa era un asilo compuesto por otros doce ancianos sin esperanzas, sin ilusiones, desdeñados de las familias, la sociedad, la vida misma.
Así, con su tristeza, su rabia y su dolor, se dejo llevar, dejó que el viento lo arrullara, que el frió le calara hasta el más profundo de los huesos y que la inclemente muerte llegara despacio, muy despacio, como saboreando su triunfo. Poco a poco cerró sus ojos y se dejó llevar, sin ganas de luchar por nada.
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