Razón versus instinto

Cuento final

Este es el cuento final producto del ejercicio “Pongamos a Enrique en una situación incómoda”. Pensamos que este personaje puede dar para mucho más y por eso hemos decidido que ese ejercicio estará abierto indefinidamente y tal vez en el futuro, si la participación es buena, le crearemos una serie al personaje. Algo así como “los mejores momentos de Enrique”. Esta sería la primera publicación de esa serie. Recuerden que se pueden mandar ilustraciones para el cuento.

 

 

Enrique era divertido, inteligente, amable, entre muchas otras cualidades… eso sí, una vez llegabas a conocerlo. El problema era que para llegar a ese punto había primero que ganar su confianza después de haber tumbado una barrera que él mismo se ponía en frente. Él era una persona de altos estándares éticos, sin embargo, la complejidad de su carácter en algunas situaciones específicas lo obligaba a tener que escoger cual virtud asumir en el momento. Como era de esperarse, muchas de las interacciones con individuos que no fueran familiares eran incómodas para él, con la excepción de personas muy alegres, extrovertidas, con buen sentido del humor, o de buena conversación, todas esas cualidades atadas a su juicio subjetivo, por supuesto.

Otros sellos de este personaje, y estos eran la raíz de la barrera que se creaba al relacionarse con la mayoría, era que, a pesar de todo, tenía un profundo deseo de agradarles a todos. Por otra parte, su inteligencia lo hacía muy crítico y tenía también un ojo increíble para detectar errores o defectos. Eran esos últimos dos rasgos los que lo ponían siempre en esas encrucijadas en las que no sabía si decir lo que de verdad estaba pensando y ser fiel a su integridad, o simular y ser visto como educado y agradable, no obstante, para empeorar las cosas un poco más, no era que Enrique simulara muy bien.

Un día Enrique invitó a salir a Gloria, una niña que le gustaba. Le dijo que fueran a cine y Gloria accedió. En el cine, Enrique quería verse la película que acababa de ganar el Oscar por mejor dirección y Gloria quería verse una comedia romántica. “¿Esa es la que te quieres ver?” preguntó Enrique por dentro pensando “¡No por favor esa noo!”. “Sí, se ve que está de muerte lenta” dijo Gloria, dicho que significa que se ve que está buenísima. No obstante, Enrique tomó el dicho literal. “Sí, para morirse” dijo con tono medio sarcástico sin que Gloria se diera cuenta.

Dentro del cine todo el mundo parecía divertirse de los chistes, incluyendo a Gloria, sin embargo, a Enrique le parecían estupídisimos. “¿Cómo se pueden estar riendo de semejantes idioteces?” se preguntaba “¡No puede ser!”. Para rematar, tenía una señora al lado que cada vez que todos se reían en el cine le tocaba en el brazo a Enrique y lo miraba riéndose, seña que significaba, “¿Buenísimo el chiste no?”. Enrique por dentro pensaba “¿Quién eres señora, te conozco? Este es el tipo de audiencia de estas películas ¿Qué más podía esperar?”.

“¿Oye, estás aburrido?” le preguntó Gloria. Enrique enseguida fingió que se acababa de reír de un chiste de la película. “No, como así, para nada. Está buenísima”. Una vez más estaba en una de esas encrucijadas. ¿Le decía a Gloria lo que en realidad sentía y pensaba en ese momento? Enseguida se imaginó la escena en la cual le decía y terminaba con las palomitas de maíz y gaseosa en la cara y ropa, y solo en el cine. “Mejor hoy no, no es el momento”, pensó. Cuando dejó a Gloria en su casa ella le dio las gracias y se dieron un pequeño beso de despedida. “Todo salió bien al final” pensó Enrique “odio estas primeras fases románticas”.

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