Rebeca, cómplice de mi vida

Cuento final

Esta historia fue creada entre Valentina Solari, Sergio Mendoza, Sandro Jimeno, Elvira Zamora y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Dinos como te pareció el resultado. Tu retroalimentación es esencial.

Es un hermoso día, el cielo está en su máximo esplendor y se refleja en la cristalina agua del lago. La veo con detenimiento, con amor. El pasar de los años se le empieza a notar, pero yo la veo más hermosa que nunca.  Mi Rebecca, fiel compañera, símbolo indeleble de mi soledad. Sin embargo, también de mi libertad.

Sumerjo mis pies en el agua y acaricio a Rebecca de forma suave. La empujo lejos de la orilla y me monto en ella. Entonces, comienzo a remar, a remar lejos, en donde no hay problemas. Un lugar que respira paz, un paraíso de tranquilidad, donde se entrelazan la paz y el viento, su sonido y mi alma junto a ella.

Saco entonces el libro que me leo en el momento y me sumerjo en su universo. Pasan horas y no me doy cuenta. Paro para fumarme un cigarrillo, el paisaje es hermoso, con un crepúsculo incipiente. Muchos pensamientos me invaden, acerca del libro, sobre mi vida… la misma disyuntiva de siempre.

¿Qué es mejor? Volar por todo el mundo y más allá, a través de la literatura y la imaginación, pero vivir con el karma de ser un ser solitario y raro. O vivir cada momento, nunca decir que no a ninguna invitación y llevar una vida social y llena de amigos. ¿Existiría un punto intermedio? Tal vez se trataba de una cuestión auto infligida

Lo medito unos instantes y a diferencia de ocasiones anteriores, tomo una decisión. Por supuesto que nunca abandonaré del todo a Rebecca, ni a Chejov ni a Hemingway, García Márquez o Dostoievski, entre tantos de mis mejores amigos. Pero sí prometo dedicarle más tiempo a vivir la vida misma y crear mi propia historia.

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