Cuento en construcción
Con aportes del tamaño que consideren pertinente, inventémosle un final a este fragmento de una novela escrita por Karim Quiroga. Pueden participar hasta el 3 de junio de 2011 a las 8 p.m. (hora Colombia).
El registro del mundo que expelí y desprecié. Salgo en su búsqueda. Pero no tengo nada que reclamar. Ningún principio fue violado. Ni hubo pactos. No hubo entregas absolutas. Ni firmas frente a notario público. El amor era una nueva mentira para registrar en mi archivo de ficciones. Una comedia en la que actué de malabarista y payasa. Una comedia en género western, con mujeres que bailan cancán en bares de mala muerte. Se abre el telón y el protagonista ingresa al recinto y todos los presentes voltean a mirarlo.
Usa sombrero vaquero y tiene un revolver en la cintura, está armado hasta los dientes, pero sólo quiere algo para la sed. Pide una cerveza y se la bebe en dos segundos. Yo lo observo a través de la pista. Lánguida, impunemente. Y dos horas más tarde me despierto con el amante en mi cama, no sé qué hacer con él pero en esta comedia el amante insiste en una relación formal. No busco amigas, busco una relación estable y duradera…
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No busco amigas, busco una relación estable y duradera…pero las amigas son tenaces; entonces el celular comienza a vibrar sobre la mesa de noche, severo y sin vacilaciones. Que qué me hice, quiere saber Claudia. No me hice, pienso, quizá llevo un par de horas dejándome hacer, dejándome llevar. Pero no digo nada. Como comienzo a balbucear incoherencias creo que lo más sensato sea hundir el dedo en el botón de off hasta que el aparato cese de pedir explicaciones. Entonces lo hago; y claro, él también lo hace. Se levanta de la cama. Me percato de que ni siquiera tuvo la decencia de quitarse las botas; yo, en cambio, estoy completamente desnuda. Vulnerable. Después de enfundarse en su pantalón, toma su sombrero y sale de la habitación mientras me hace saber con un gesto liviano que en seguida regresa.
Hace frío, me digo. El celular continúa noble y mudo sobre la mesa de noche. Lo observo. Parece desafiarme. Entonces me arropo con la sábana. Me doy vuelta y hago de cuenta que no está. Que no estoy. Que el hombre no regresará. Que no hay más lugar en el mundo que ese rincón de la cama.
Entonces comienzo a escucharlo cada vez más nítido. No hay lugar a equivocaciones; es inconfundible, ahí está de nuevo el zapateo de las frívolas mujeres bailando cancán.
Busco alguien con quien morder una manzana, alguien con quien embriagar la noche, busco alguien con quien mirar al tiempo a los ojos y burlarme de él. Busco alguien a quien llamar mía, cuando en la oscuridad de la noche, mis penas son mas frías. Busco alguien con quien desafiar al eterno, alguien en quien refugiar esta nostalgia de cielo.
Busco a la madre de los placeres, la señora de lo indebido, la asesina de lo inmoral, la vestal de lo prohibido, la lupa del vaticano, a la doncella del infinito. Busco a quien llamar la señora del averno.
Poso mis manos sobre sus labios, las aparta de sí suavemente, me toma entre sus brazos y funde sus labios con los míos, mi cuerpo y mi alma se estremecen. Una de sus manos vaga libre sobre mis senos, mientras la otra se hunde lasciva en el poso de mi sexo. Arremete furiosa, salvaje de una manera casi animal dentro de mí, siento en mi vientre el calor de las estrellas.
A medida que me hace suya, se oye a lo lejos un coro que entona motetes olvidados en el curso de los siglos. Con la paciencia de un restaurador besa cada uno de los rincones de mi cuerpo que se rinde sin voluntad ni razón. Una cascada de de olores abruma mi sentido del olfato, huele a melancolía y tristeza infinita, a días sin sol, a noches sin luna es como si albergara en su cuerpo, el olor mismo del universo.
Una sucesión de infinitos gemidos cual procesión escapan indómitos de mi garganta, Un torrente de pasión y deseo recorre mi ser, una explosión húmeda y cálida fluye en mi interior, bañando mi entrepierna y su vigoroso miembro, en medio de un orgasmo interminable, me revela su nombre, en ese momento las campanas marcan las doce, y es cuando veo en sus ojos el fuego…Pierdo el sentido… Solo despierto para encontrar a mi lado; una nota firmada por él.
Había dormido con el Diablo.
Autor~Kether