Cuento en construcción
Continúa esta historia que ha sido escrita hasta el momento entre Enrique Castiblanco, Virgilio Platt y el Comité editorial de Cuento Colectivo. El ejercicio está abierto de forma indefinida y una vez sepamos el final de la historia le inventaremos títulos a la misma.
Ese 30 de abril de 1988, Simona despertó y el fuego estaba consumiendo su apartamento. Corrió, entre las llamas y su hogar derrumbándose, al cuarto de Remi, quien lloraba a lo lejos. Por fortuna nada le había sucedido a su hermano menor. Abrió la puerta del cuarto, sólo para ver que no podía tomar el mismo camino de vuelta, había demasiado fuego y el humo los estaba asfixiando a ambos.
Entonces se asomó por su ventana, que quedaba en un décimo piso. Desde arriba podía ver a la multitud, gente gritando, otros señalando hacía arriba, bomberos moviendo sus brazos… todo era muy confuso. Remi estaba sentado al lado suyo, justo en el borde del marco de la ventana.
El fuego ya había entrado a la habitación, Simona sintió que las llamas quemaban su espalda y debido a un reflejo incontrolable, saltó al vacío. Remi la siguió…
One Response
Mientras caían, durante los primeros milisegundos, la vista de ambos se nubló por completo. Simona experimentaba el tránsito por todo su interior de una inusitada adrenalina que le hacía sonreír genuinamente, con sobrado alivio, como usted cuando por fin la puerta se despeja de molestos acreedores. Ella extendió los brazos y, sencillamente, disfrutó romper el aire mientras iba en picada.
Pero Remi, cayendo, sentía una opresión por el pecho y el cuello: la sensación de no poder jalar aire le aterrorizaba, mucho más que cuando usted intenta despertar de una pesadilla y, por más que hace, no puede. A Remi le ganó la idea de muerte y comenzó a llorar, cual si fuera un neonato: cada centímetro que descendía, mayor fuerza imprimía al llanto.
Mas de repente, así como este chasquido, hubo silencio en su garganta. No era para menos: Remi comprendió que había comenzado a levitar.