Sigue esta historia sobre la adicción a las redes sociales y al internet

Cuento en construcción

Continúa esta historia que ha sido creada hasta el momento entre Paola Pianeta Arango, Juan Mascardi, Mada Galiana y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. ¡Sigue participando! Una vez sepamos el final, le inventaremos títulos al cuento.

Foto tomada por Jay Cameron

Y hubo un día que, definitivamente, mudó su vida entera a Facebook. De nada valía la vida tranquila y cómoda que tenía con Tatiana, una joven provinciana con la que llevaba varios años de casado. Desde que un amigo de la infancia lo había obligado a abrir una cuenta de Facebook con la idea de ubicar a los amigos del colegio y organizar una integración, el sitio se había convertido en una obsesión y un perfecto cómplice para revivir amores pasados, conocer mujeres de otras ciudades y hasta para concretar citas con compañeras del trabajo y amigas de su esposa.

Todo comenzó como un juego. Frases, palabras y personas que volvían a golpear en su vida, su nueva vida. La otra, la aburrida y cotidiana, había quedado atrás, mientras todos dormían en sus camas. Sin embargo, hubo un hecho, un evento que lo descolocó… una ausencia. No poder encontrar a su primer amor. “Si todos están en Facebook y ella no, algo malo debe haber ocurrido”, pensó una noche de calor.

Buscó y preguntó a los demás si sabían algo de ella, pero nadie sabía nada. Todos le habían perdido la pista desde el colegio. Enseguida pensó que algo terrible le tenía que haber pasado para no estar en la red social donde estaban todos. Buscó noticias en los periódicos, en las hemerotecas virtuales, puso su nombre en Google y en Twitter a ver si aparecía algo, no obstante,  la búsqueda fue en vano. No estaba en ningún sitio.

Pensó en buscarla en las páginas amarillas, tal vez algún teléfono estuviera a su nombre…

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  1. Entonces se le ocurrió. Insertó en el buscador de la red social, el nombre de su hermana. Su perfil apareció al instante. Entonces buscó en la lista de amigos de su hermana, foto por foto, hasta que encontró la suya. Sólo se podía ver su silueta, pero estaba seguro que era ella. ¡Por fin la había encontrado!

    “¿Qué haces despierto a esta hora?” lo sorprendió su esposa. “Eh… terminando cosas de la oficina, ya casi voy”…

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