Sigue esta narración sobre una niña traviesa y su elefanta

Cuento en construcción

Sigue esta punto de partida propuesto por Gustavo Lobig y editado por el Comité editorial de Cuento Colectivo. Una vez sepamos el final de esta historia le inventaremos títulos. ¡Participa!

La bella y la bestia, les decían. Inseparables… la hermosa elefanta y su terrible amita iban a todas partes sin que nadie osara despertar la ira de la destructiva niña, a quien la elefanta obedecía ciegamente. Una mañana, después del desayuno, ambas se sentaron a contemplar su próximo escenario de tropelías. Frente a la fachada de la gran casa, acababa de estacionarse el sedán azul del padre de la niña.

Eso le dio a ésta una idea útil para realizar su nueva y más terrible travesura, la mejor de todas, la que acabaría finalmente con la casa, el coche y la niña, sin tocar ni un pelo de la enorme mole gris que ahora rumiaba su pienso, mientras su amiga se reclinaba contra su costado izquierdo para abrazarla…

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3 respuestas

  1. Y es que la niña había derivado hacia su elefanta, desde que comenzó a pensar y a sentir, todo el afecto que no recibía de su padre, dueño del circo. Pero la elefanta así humanizada velabra por su amiguita, y le hacía de nana. Por eso, cuando la nena quisi prender el bidón de gasolina junto al coche de su padre y la casa, su enorme cuidadora apagó de un resoplido la cerrilla encendida, tomó a la niña con su trompa, la llevó a varios metros de l lugar, le dio un par de suaves sopapos (suaves tratándose de un bebé elefante, pero toda una zurra para un humano pequeño) y desde ese día la niña creció más formal y menos rebelde, gracias a la tutela de su amiga, la estrella del circo.

  2. La niña se acercó al auto y le quitó el freno de emergencia. Sólo hacía falta un pequeño empujón. Entonces le hizo la seña a su mascota y ésta impulsó el vehiculo en dirección de la gran casa de madera. La cuestión era que la elefanta estaba enferma y se había vuelto más una carga para el zoológico que cualquier otra cosa.

    Tal vez esta era la única manera, dedujo la niña, de que el mensaje de no sacrificar a la elefanta llegara tan claro como el agua a su padre, el dueño del zoológico…

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