Este cuento ha sido escrito entre Guillermo Ruiz y la edición del Comité editorial de Cuento Colectivo. Invéntale un título, es lo único que hace falta para terminarla. ¡Participa!
Necesitaba un poco de tiempo solo, lejos de todos. Caminaba por el bosque, buscando algo. ¿Qué iba a hacer ahora que sabía que todo había sido una farsa? Se sentía como el centro del mundo de Lidia, pero sus palabras, las que lo habían enamorado, eran las mismas con las que atrapaba a todos. No sabía si se sentía mal porque ya todo había terminado para siempre, o porque en algún momento le creyó.
De pronto se encontró perdido en medio del bosque, pero no sentía miedo, sentía como si algo lo llamara. Todo era confuso en realidad, una cadena de sentimientos ambiguos. Por momentos la odiaba, ella se había burlado de él. Por el otro lado, no le gustaba guardar esas emociones negativas. Lo único que quería era olvidar. Tal vez no olvidar, pero recordar de manera neutral. Sin ningún tipo de carga afectiva.
¿Podría lograrlo? En ese momento, se encontró entre miles de luciérnagas. Viaje de luz, la confusión y la tristeza lo dejaban experimentar la realidad. Sin la ilusión de la felicidad veía el espectáculo de los insectos que vivían de noche, bailaban entre los árboles y pasaban cerca de él.
A veces lo rozaban y percibían la desolación, brillando como estrellas fugaces sin control en el universo del caos, en donde no se comprende por qué suceden así las cosas, por qué se comportan así las personas. Una obra de arte tristísima, por no poderla compartir con Lidia. Se esfumaron las luciérnagas, se desvanecieron de a poco en el bosque Terminó el espectáculo y comprendió que lo bello, lo que se disfruta más, es efímero. Se derrumbó en la tierra, a llorar sobre sus rodillas, lejos de todos.
Una respuesta
Mi amor entre luciérnagas.